Vivimos tras una inmensa, espesa, plastificada y opaca careta que nos oculta de los demás: tapa nuestros miedos, nuestras carencias, nuestras inseguridades. Pero a la misma vez, nos impide ver lo bueno de la vida, la gente bonita que nos rodea. Es una careta que nos protege pero a la vez nos aísla de todo lo bueno.
Cuando vivimos con máscaras no nos permitimos sentir, pero al no hacerlo, usamos a los demás para poder sentir “algo”: nos convertimos en dependientes emocionales de los demás, de la aprobación externa.
Al blindarnos con temor, atraemos temor. Los miedos se hacen reales.
Realmente no se tratan de emociones malas o buenas. De lo que se trata más bien es de gestionar todas las emociones: aceptándolas sin caretas, sin máscaras y sin miedos.
Nos cuesta horrores mirarnos a los ojos cuando hablamos: nos ponemos nerviosos, miramos al techo, al suelo, a todas partes con tal de evitar MOSTRARNOS, «creemos que nos desnudamos emocionalmente».
La hostilidad que se fomenta cuando llevas puesta “ese disfraz” no es más que una fachada, un mecanismo de defensa autoaprendido para que nadie te haga daño. Es como un chiguagua que ladra de forma chirriante y repetidamente poseído por la rabia, y en realidad no lo hace porque sea un animal agresivo, lo hace por defensa, por MIEDO.
Culpabilizas a los demás de tu sufrimiento, de tu vida estresada, de que todo te va mal. Pero sabes que eres culpable de lo que haces sufrir a los demás, por esa dicotomía interna en la que vives.
La frustración es el talón de aquiles de los perfiles enmascarados, no saben convivir con las cosas que no marchan como ellos quieren. No integran los acontecimientos que no controlan ni lo que les sucede, se revuelven como una serpiente.
Aún con todo eso, nadie puede hacernos sufrir sin nuestro consentimiento. (Graba esto a fuego).
Realmente vivir sin máscara es aceptarte y sentirte vulnerable. Eso es ser verdaderamente valiente: apostando por ser uno mismo, por ser feliz, por aceptarte independientemente de que te acepten, por ser transparente, sin maquillaje. Reconocerse defectuoso es el arma definitiva para reencontrarte y reconciliarte, esta vez, sin máscara.
Apuesto por la gente que va de frente, de cara… Aunque se la partan.
“No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento”. – Mario Benedetti.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir
Quizás la careta represente al ego, la personalidad que parece que va con el piloto automático puesto y al hacerlo no le da cancha al alma, al lado espiritual… pero uno puede elegir los contactos y estar con gente afín. Hay contactos que nos vienen como impuestos pero otros no. Hay que darse cancha y permitirse estar con personas afines. No todos tenemos los mismos hobbies, ni nos encontramos en el mismo estado evolutivo…
Buena reflexión!
Quizás la careta represente al ego, la personalidad que parece que va con el piloto automático puesto y al hacerlo no le da cancha al alma, al lado espiritual… pero uno puede elegir los contactos y estar con gente afín. Hay contactos que nos vienen como impuestos pero otros no. Hay que darse cancha y permitirse estar con personas afines. No todos tenemos los mismos hobbies, ni nos encontramos en el mismo estadio evolutivo…
Buenas Arek, totalmente de acuerdo contigo. Muy posiblemente la careta sea ese ego que nos impide conectar con otros, pero voy más allá, incluso nos impide conectar con nosotros mismos: la base de todo.
Gracias por tu comentario y un gran abrazo!