Por lo visto
Por lo visto están los que sí, sabes que ellos son un sí, pero luego están los que no, pero que tampoco intentan hacer algo por ser un sí. Luego están los que quieren ser echados de menos, pero solo saben ser echados de más.
Por lo visto también están los que cumplen las promesas y luego están los que no lo hacen (o los que las cumplen a medias, que viene a ser lo mismo que no hacerlo). Están los que priorizan un yo sobre un tú, sin ni siquiera una tregua donde exista un nosotros.
Por lo visto, también sucede, que cuando alguien pasa una mala racha, o se encuentra enfermo, o simplemente no dispone de la misma energía vital (se desgasta, por lo visto, los seres humanos no somos pilas alcalinas), es cuando resulta que las ratas se esconden, los buitres aprenden a mandar whatsApps de bienquedas…
PERO que además también sucede que a los AMIGOS de verdad ves aparecer, y sí, por lo visto es así.
En definitiva hay gente que es muy top y luego hay «otra» gente. Están los que te difuminan sonrisas con solo una mirada y están los que te las quitan, están los que te suman horas al reloj, tantas, que no sabes si estás aún en el mismo día o en el siguiente y luego están otros que roban tanto de ti; que cuando te das cuenta, ves que se te está apagando la vida y que no la has vivido.
A esa gente que nos apagan el brillo, dales una buena patada en el culo.
Por lo visto no sabemos decir NO, venimos “aborregados” de serie, PERO yo te aseguro que podemos declarar una cruzada en contra de aquello que nos resta y ¡no pasa nada!, bueno si pasan: muchas cosas buenas.
Me declaro en desobediencia afectiva contra aquellos que me restan horas, valores y vida. Construyamos recursos que nos ayuden a defendernos de los delincuentes emocionales, de los abanderados de la mentira, de las sonrisas bienquedas y de todo aquello que nos hace perder el tiempo.
Tiempo, que es VIDA.
Y, de ésa, solo tenemos una. Me importa que sepas eso.
Por lo visto estás a tiempo: es posible aprovecharla.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Imagen: Daniela Gil @danielagilphoto // Facebook
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No veas como una prioridad a quién te ve como una opción
Alguna vez (todos casi sin excepción) nos hemos convertido en aeropuertos: nos ponemos en marcha según una persona entre o salga de nuestras vidas.
¿Puede existir algo más doloroso? Priorizando la vida de otro antes que la tuya. Inconcebible.
Ante esas situaciones, nuestro cuerpo nos avisa: se nos cierra el estómago, no podemos comer, vivimos con una angustia constante en el pecho. Hasta respirar se nos hace un mundo, como si con cada bocanada de aire tragáramos espejos rotos (aquellos que reflejan nuestra realidad pero no queremos ver y nos van quebrando por dentro, nos despedazan).
Existen personas que no dan más de sí, es como pedir a un ladrillo que saque aceite, no se puede, ¡no se puede! No sabe valorarte, es inviable que lo haga.
Tan sencillo como eso y por más que hagas para que lo vea, en su escala de valores y prioridades no estás tú. Tú no eres su “persona café”, no le quitas el sueño: no le importas.
¿Por qué coño sigues insistiendo? Claro, porque con las idas y venidas, crees que realmente hay un interés. MENTIRA.
Se acuerda de ti cada cierto tiempo, cuando no quedan otras opciones (que realmente son las prioritarias) o cuando algo que tú tienes y pueda sacar de ti se convierte en la nueva prioridad. (En cualquiera de los casos, darte cuenta que eres esa segunda opción, constituye en tu mundo el más doloroso de los momentos). La duda sobre tu propia valía se quebranta: te traga la tierra, dudas de todas tus amistades, de tu gente cercana e incluso llegas hasta dudar de ti mismo. Eres las Z de todas las agendas de teléfono.
Ser una opción es una forma de desprecio.
No esperes que alguien con ceguera emocional te vea, no busques su autorización para vivir tu vida. No te quiere, solo te utiliza. No tiene nada que replantearse, tú tienes que cambiar de prioridad, te lo debes. No se puede pedir a quien solo sabe recibir.
No seas un inútil para ser aceptado por inútiles. No te rebajes, no te humilles, deja de arrastrarte como forma de vida a un lado. Seas quien seas, ¡brilla! Como una maldita bombilla de 100 watios. Deshazte de tanta mediocridad.
Cuando perdonamos a quien nos hace daño tratándonos como una opción (bajo su interés oportunista) le estamos diciendo sin palabras “puedes seguir haciéndome daño”.
La culpa no es del otro, es tuya por permitirlo.
Deja de poner puntos suspensivos, pon punto FINAL.
Y llegado ese momento de hastío, de aburrimiento, de hartazgo, de falta de lealtad emocional: es un cansancio que agota emocionalmente sin lugar a dudas.
Por ello debes vivir con la gente que sepa valorarte, que te da el lugar que mereces, que te pone en el centro, que te da espacio en sus vidas y no migajas de mala calidad: tú no debes tener tiempo para quien no te tome en serio, no puedes vivir dudando de ti y de lo que haces constantemente, debes seguir construyendo (lo que ya eres) con la gente que suma y no con la resta. Es impensable tratar con “personas excusa”, las cuales son aquellas que siempre tienen un drama en sus vidas por el que justifican su despectivo trato hacia ti.
Tú debes ser AHORA tu propia prioridad.
No encuentro el autor original de este texto, el cual me parece magistral para finalizar esta reflexión que he querido compartir contigo en forma de post:
«Aprendí que quien no te busca no te extraña y quien no te extraña, no te quiere. Que la vida decide quién entra en tu vida, pero tú decides quien se queda. Que la verdad duele una sola vez y la mentira duele para siempre. Por eso valora a quien te valora, y no trates como prioridad a quien te trata como una opción. Aprendí que grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos y que desconocidos pueden volverse mejores amigos. Que nunca terminamos de conocer a una persona, que el «nunca más» nunca se cumple y que el «para siempre» siempre termina.»
Expulsar al delincuente emocional de tu vida: Esa es tu prioridad ahora.
Fotografía: @aaronleon_ph
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Una sociedad herida
¿Has reflexionado últimamente sobre lo que sucede a tu alrededor? En lo que sucede en el mundo, en lo que nos rodea, en lo que uno mismo vive. Creo que estamos en una sociedad herida.
Compañeros, amigos, familiares e incluso hasta uno mismo, nos hemos convertido en gente intoxicada, no sabemos querer, no respetamos, no escuchamos, no nos escuchamos, convertimos todo nuestro alrededor en objetos de nuestro interés, tienen que estar disponibles cuando queramos y en nuestras condiciones, ¿qué coño nos está pasando? ¿Eso es amistad? ¿Eso es la empatía del ser humano?
No nos prestamos atención real.
Invertimos mucho, muchísimo tiempo en proyectar una imagen positiva, que no digo que no sea bueno compartir lo positivo que tenga uno que aportar al mundo. A lo que me refiero a inventar y proyectar un personaje de Pixar o Disney que no eres.
No hay coherencia, no hay equilibrio emocional, vamos como pollos sin cabeza. Satisfaciendo nuestro ego, pero no nuestro lado humano. Se ha expandido como la pólvora una máxima: Si no triunfamos, no somos nadie.
¡Qué precio tan alto estamos pagando!
Malvivimos confundidos, perturbados, inseguros, desconfiados y por ende, hacemos lo mismo con todo aquel que se nos acerca. Descargamos nuestras frustraciones en ellos, como si de cualquier vulgar retrete se tratara. Triste.
Necesitamos ser dependientes y ya ni siquiera por amor, sino por egoísmo.
«Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.»
Stefan Zweig
Y como consecuencia (o incluso como causa): la acumulación de pequeñas frustraciones, las cuales no hemos sabido, ni nadie nos ha enseñado a gestionarlas de manera correcta. Escondemos las emociones, de hecho, no enseñan a hacerlo: “niño, no llores, eso es de niñas”, “niña, compórtate, que eres una señorita”. Y así sucesivamente te podría dar un recital de todo lo que recuerdo de peque.
Ahora con las redes sociales y el mundo digitalizado en el que vivimos, todo esto se ha MULTIPLICADO por mil, basamos nuestra autoestima y nuestro ego en tapar miedos, carencias y debilidades con reconocimiento externo, con «yo soy más que tú», con mejores coches, mejores trabajos, mejores vacaciones y viajes, mejores “fotones”, mejores marcas deportivas, mejores patrocionios… ¿Te suena de algo? Buscamos la admiración de los demás porque queremos que nos respeten.
Cuando, en realidad, ni de coña nos respetamos nosotros mismos.
Creo que ya es hora de dejar los prejuicios y CONOCERNOS, tomar un café con nosotros mismos, reconocer esa parte tóxica, herida y problemática que todos tenemos y aceptarla. Dejar de cargar a los demás, sobre todo a aquellos que nos quieren y nos hacen bien, con nuestras frustraciones.
Imbécil, también puede volverse uno mismo, porque tú y yo somos parte de esta sociedad herida, rota, quebrada, por la incapacidad de no saber nadar a contracorriente y dejarse llevar por esa marea que nos revuelca y envenena, por no ver que a veces los demás no nos hacen daños más allá del poder que nosotros le demos, que no somos víctimas ni verdugos de un plan cósmico, que somos corresponsables de lo que nos sucede.
No es lo que pasa a nuestro alrededor, lo que nos hacen, es lo que decidimos sentir con lo que nos dan.
Hace tiempo me encontré con este texto que a mí me maravilló:
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Ellos creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi.
El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto.
Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman.
¡Cuán importante resulta el enmendar!
Cuánto, también, el entender que los vínculos lastimados y nuestro corazon maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro: fortaleza, servicio, virtud…
La prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— son dignas de llevarse en alto
Nos deberíamos preocupar en destacar y hacer bello aquellas zonas frágiles de nosotros y no intentar destacar por encima de todo y de todos; (aunque digas que lo haces por autosuperarte, sabes que mientes).
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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No salgas con un cobarde
No, no salgas con esas personas, te destruyen, te desgastan, acaban con todo lo que habita en ti… Puedes terminar desolado.
Esas personas que nos funden la energía, que una semana nos suben a un pedestal, luego nos destruyen para luego intentar resucitarnos y acabar haciéndonos añicos de nuevo. Escribo este post parafraseando el título del amigo Pablo Arribas y su grandioso post «Sal con un Valiente», no hagas lo contrario: no salgas con un cobarde.
Nos vampirizan, a los que idealizamos e idolatramos tanto que nos volvemos compulsivos idiotizados hasta que nos destruyen. Personas veneno que no llevan incorporado un antídoto. Cuando juegas con un cobarde, no hay tiempo de descuento, es un partido que tienes destinado a perder.
Nos intoxican, nos enganchan como cosa mala, nos anulan, nos chiflan de la cabeza tanto que perdemos el control, perdemos el poder que tenemos sobre nosotros, sobre nuestra vida. Recientemente un buen amigo me contaba “las personas debemos recuperar nuestro PODER, la fuerza que nos hace elegir, tomar el mando. Desde ahí todas nuestras decisiones será a favor nuestro”. Eso es: vaciar las mochilas cargadas de pedruscos que no nos dejan fluir, ser, crecer, expandirnos, volar.
Aquellas personas con las que pensamos que nunca tropezaremos, vas y te caes de bruces. Menuda experiencia quizás, pero qué alto es el precio emocional a pagar. A todas luces no sale rentable. Pon en un balanza la historia y me cuentas el desgaste, las guerras que tendrás que lidiar, los reproches, el miedo de vivir con la desconfianza. Vivir y caminar con los ojos vendados y no tener a nadie que te sujete del hombro para caminar. Triste.
La vida es demasiado corta como para estar en guerra con uno mismo.
Seres rencorosos, arrogantes, déspotas, ególatras que viven mirándose en el espejo de su vanidad. Enmascarados que no son héroes, sino villanos que vienen a capturar tu autoestima, tu energía, tu solidez, tu estabilidad emocional, tus sueños, tu magia.
TÚ mereces a una persona que te quiera con todo y con nada, con tu cara lavada o incluso sin lavar y el pelo hecho un cuadro. Alguien que te encienda y no deje que te apagues, que te haga sentir seguro, que puedas caminar confiado y sin miedos. Alguien que vive, baila, corre, salta, sueña, respira… Junto a ti. Alguien que se ría a carcajada limpia con tus cosas, con tus pedradas, con tus ocurrencias. Alguien que se lance en paracaídas contigo con los ojos cerrados porque cree en ti. Alguien que sea auténtico, de verdad, transparente, sin doble moral, ni doble vara de medir. Alguien libre y que a la vez ame tu libertad, que te apoye cuando no tengas fuerzas para seguir adelante, que esté ahí esperándote cuando nadie más lo está. Alguien a quien admires y que te admire. Alguien que te mire a los ojos y te hable, sin siquiera abrir la boca. Lo peor que te puede pasar es vivir rodeado de gente, y sentirte solo. Mereces alguien que te remueva la ilusión de estar vivo. Mereces alguien que no sea un cobarde.
Aún así, solo nos queda algo que un cobarde nunca se podrá llevar, nuestra dignidad.
Discurso* para un cobarde:
Disculpa, ¿eres un cobarde y no sabes querer?
No te preocupes, que ya lo hago yo. Me voy por la puerta, cierro del todo, y por favor no me mandes un whatsApp, no seas tan mediocre, ya no hace falta que hablemos. Y mucho menos se te ocurra buscarme, ni me insistas, ni tampoco intentes desestabilizarme porque tu sentimiento de culpabilidad (que no tu amor hacia mí) te haga sentir triste.
Tú has querido que tome este camino, pero yo he decidido elegirlo.
No me interrumpas, ni intentes decirme que estoy loco, ni echarme encima tus inseguridades y miedos, son tuyos, no míos. No puedo estar pendiente de ti ahora, porque ahora tengo que estar pendiente de mí.
No soy indiferente hacia ti por joderte, lo hago por quererme. No quiero hacerte daño con mis palabras, ni con mis gestos para que tal vez te acerques, lo estoy haciendo para acercarme más a mí mismo. No me gustan los cobardes.
No, cariño, no. Mi vida sin ti es por mí, no por ti.
(Texto customizado de su autor original: Carlos Burgos).
Nadie puede entregar amor, amistad, nobleza y cariño si carece de todo eso hacia sí mismo.
Es necesario saber decir adiós a esa persona desde el corazón, aunque tengas que verla a diario, te compensa, te beneficia, te reubica. Terminas la guerra, ganas la batalla.
En la vida hay ciertas cosas que duelen mucho, que a uno lo rompen en mil pedazos, en esos momentos te quedas devastado, sin energía, perdido. Salir con un cobarde es el detonante de esos momentos.
Quizás eso que nos pasa nos sucede para descubrir quienes somos realmente, encontrarnos, o tal vez para darnos un bofetón y salir del letargo en el que estamos y darnos cuenta de la persona que tenemos delante. Pero que te hayas topado con un cobarde no sea la excusa para volver a hacer de tu vida algo grande.
Quédate con los que piensan que lo que se hace con el corazón, llega al corazón.
Hazme caso, no salgas con un cobarde.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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No te dejes quitar la corona por un sapo, princesa
Todos alguna vez en nuestras vidas sentimos ese golpe en el corazón, ese trompazo con la pared, esa jodida patada en la barriga. Algo de nosotros se rompe cuando alguien al que queremos con todo nuestro ser nos hace daño, nos traiciona (da igual la forma emocional en la que lo hagamos, querer es querer).
A veces nos empeñamos en cosas que no pueden ser, forzamos, gastamos (nos desgastamos), utilizamos nuestro último cartucho en cosas que ya sabemos de antemano que NO pueden ser, y da igual absolutamente de quién es la culpa, si tuya, de él o de ella. Lo que no fluye, no va a ninguna parte, lo que no puede ser, no tiene razón de seguir.
Cuando algo está quebrado, por mucho que lo pegues, se notan las grietas.
¿Qué más dará quién es el culpable? ¿Qué coño importa? ¿Acaso lo vas a llevar a juicio y culparlo por no quererte?
Sentencia de desprecio, cariño.
La jodida sentencia se la pone uno mismo por pretender que los demás nos aporten la felicidad que merecemos (a toda costa), pretender que somos lo mejor que pueden tener (qué injusto que alguien piense eso de mi).
¿Por qué voy a pensar así yo de alguien?
Señales: esas que nos indican lo que va bien o lo que no va tan bien, una desconexión, algo que nos dice que no nos quieren (o que hemos dejado de querer), ese sexto sentido al cual metemos siempre en el cajón del olvido, pero que SABE absolutamente lo que nos pasa. Vivimos en un bucle de ir y venir hacia personas, momentos, situaciones o cosas donde creemos que tenemos todas las posibilidades del mundo, pero éstas sólo están en nuestra cabeza. Historias basadas en hechos reales, pero sólo en nuestra cabeza.
A ti querida amiga, a ti te ha pasado (como a mí y a muchos nos sucedido, bastantes veces), sabías perfectamente lo que sucedía, las consecuencias, lo que estaba mal, ese algo que te hablaba. “Esta vez será diferente”, y no, no lo es. Ignoraste las señales, las tuyas propias. El raciocinio se quedó en la cocina. ¿Por qué tratas como prioridad a quién te trata como opción? ¿Por qué funcionas como un aeropuerto? ¿Tu vida depende de quién salga o entre de ella?
“Vamos a tomarnos un tiempo” = MENTIRA. No creo en los tiempos, es una gran patraña, o amas o no amas, o quieres o no quieres, quién duda que ama, es que NO LO HACE. Y punto.
¿Cómo coño voy a dudar yo si quiero a alguien? ¿Estoy tonto?
Los “vamos a darnos un tiempo” significa “voy a hacer mi vida sin ti, cariño, pero no quiero que te vayas, no vaya a ser que lo que yo voy a estar haciendo por ahí (sin ti claro) no me guste del todo y entonces quiera volver a tu lado y tú me estés esperando dulcemente”. Y un cojón.
No princesa, ¡NO! No te dejes quitar tu corona por un vulgar SAPO, tú eres una princesa que será reina y mereces un príncipe que luego será REY, el gran REY de tú vida, de vuestra vida juntos.
Al final todos queremos que nos quieran, pero no a cualquier precio, joder. ¿Cuál es esa palabra?
Dignidad. Esa es la palabra.
A veces es preferible desear lo mejor, dejar marchar, o irse uno, porque… ¡Eso nos hace libres! Libertad para decidir sobre nuestras vidas, tú vida. No llenes los huecos de tu corazón con cualquier cosa, conformándote con lo primero que te viene o con lo último que llegó, porque es tu “amor de juventud”, porque te estás perdiendo una vida maravillosa, llena de luz y vida. No te empeñes en alguien que no te sabe apreciar, adiós, cierra la puerta, cierra el capítulo, cambia de libro, gracias por venir y por lo que construiste, ¡pero vete ya!
Es triste que alguien al que le hemos dado toda nuestra confianza, la use como arma para destruirnos. Pero más triste es ver que no lo consigue. Es hipocresía a la décima potencia comprobar que no había ningún interés real y sano en la relación, o que lo hubo y cambió, o que tú pensaste (te autoengañaste) que había. Ahora, ya no es.
Nadie que te quiera, deja que lo pases mal ni un solo minuto.
Y te preguntas: ¿Cómo alguien puede perder su esencia? Destruirse, inventarse personajes, volverse gris para ser un SAPO más, ¡pero no eres una heroína para tener que rescatar a nadie! Cada palo que aguante su vela y sus decisiones. Alguien dijo una vez, el único príncipe o princesa al que tienes que querer lo tienes frente al espejo… Y qué razón llevaba. A veces Disney se pasó de rosca con sus historias…
Pero creo que la vida todo lo devuelve, ese famoso karma que todo lo pone y coloca en su sitio y cuando actúas desde el corazón, no hay orgullos, ni soberbias, ni arrogancias que valgan, sólo sientes. No hay rencor. Entonces todo lo que hiciste, bien hecho está, lo hiciste de verdad. Porque lo que se hizo con el alma es indestructible.
Es lógico que no puedas controlar cómo te sientes, pero si puedes controlar como dejamos que los demás nos traten. Pero hay que decir ¡ya basta, fuera!
LÍMITES ante lo que no es justo, ante lo mediocre, lo insulso, ante el maltrato, la arrogancia, el orgullo, la hipocresía. Decir se acabó y un “te comes con papas y ensalada la soberbia, porque yo decido dejar de atragantarme con ella” – (frase a repetir las veces que sean necesarias).
El amor es aquello que puedes dejar en las personas, algo que queda mucho después de que no estés físicamente y te hayas marchado. Haya salido mal o bien, es algo más tuyo que suyo. Es ser consciente de preocuparte por la persona que te importa y saber que además de ti, hubo otro. Si tú sentiste eso, tu corazón se podrá reconstruir, una y mil veces.
Porque fuiste real.
No beses a más sapos, ni dejes que te quiten tu corona.
Princesa.
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Sergio Fernández – Emprendedor y escritor
Hoy en el espacio “Conociendo Marcas Personales”, edición especial, el último de la temporada 2014, te presento a:
Sergio Fernández
En un “tweet”: Proactivo, resolutivo, inteligente, y con una capacidad de la palabra exquisita.
Descubre en 12 minutos a Sergio en “Conociendo Marcas Personales”:
Creencias de Sergio:
Creo que la vida es un regalo y me siento profundamente agradecido por tener el privilegio de poder disfrutar de esta experiencia. Creo que para poder gozar de una vida llena de sentido y plenitud primero hemos de descubrir nuestra misión personal, aceptarla, desarrollarla y ponerla al servicio de otros seres humanos.
Creo que otro mundo es posible y me declaro optimista con respecto al futuro porque observo que cada vez más personas somos conscientes de la importancia de nuestros pequeños actos en el día a día y esto es algo que me llena de de esperanza.
Tengo la convicción de que la vida es una experiencia de aprendizaje y esto es algo que ha marcado mi vida. Creo más en la paz interior que en la felicidad e intuyo que aquella es consecuencia de aceptarse y de aceptar a los demás tal y como son.
Creo el poder de los pequeños actos y en que la confianza es revolucionaria. Creo que cada ser humano es capaz de convertirse en un héroe por amor. Creo en que los seres humanos somos capaces de lograr resultados increíbles cuando apostamos por vivir sin miedos. También creo que la muerte es el mejor invento de la vida.
Biografía oficial:
Sergio es director y fundador del Máster de Emprendedores del Instituto Pensamiento Positivo y del Instituto Pensamiento Positivo, emprendedor, conferenciante y formador especializado en desarrollo personal, emprendedurismo y desarrollo profesional. Tan sólo en los 3 últimos años ha participado en más de 150 conferencias, formaciones, seminarios, presentaciones o mesas redondas en España, Reino Unido, Italia, Portugal, Bosnia o Colombia… y desde 2009 ha sido mencionado o entrevistado en medios de comunicación en más de 500 ocasiones.
También ha presentado y dirigido cada sábado a las 13:00 el programa Pensamiento Positivo en ABC Punto Radio hasta que esta emisora cerró. Pensamiento Positivo ha sido el primer programa nacional sobre desarrollo personal y psicología práctica y su canal tiene dos millones de vídeos vistos en su canal de Youtube.
Su libro Vivir sin jefe [2009, 19ª edición, tres idiomas] se ha convertido en un libro de referencia para emprendedores. Sergio es también autor de Cómo gestionar la comunicación [2007], de Vivir sin miedos [2010, 9ª edición, traducido a tres idiomas] y coautor de varios libros como Coaching Hoy, Exit, Salida de emergencia. Las recetas de los expertos para salir de la crisis o Valores sólidos para tiempos líquidos. Es también coautor de la fábula El sorprendedor y de Sorprendedores, un juego de mesa para descubrir al emprendedor que llevas dentro.
GRACIAS Sergio por conceder esta entrevista para ¡Qué te Parece!, por tu predisposición y ganas de compartir tus experiencias y conocimientos, ¡un placer!
Contactar con Sergio Fernández:
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Quiero estar contigo, pero no a cualquier precio

Te entiendo, te respeto y te prefiero. Es lo más sincero que tengo para ofrecerte.
Quiero estar contigo, para que me complementes pero no para que me completes. A mí me hicieron completo. Sí sí, vengo así “de fábrica.”
No quiero estar contigo pendiente de lo que haces, mi vida no puede girar en torno a ti, yo no puedo funcionar como un aeropuerto, el cual depende de si la gente entra o sale de él, yo no funciono en base a que tú quieras entrar o salir de mi vida. No, así no funciona.
NO puedo esperar a que tú hagas tus planes, a que te organices (o desorganices) y me pongas en el puesto #sabedioscual de tu escala de prioridades, como si fueran las sobras del menú del día. No, eso no sano, no es vida, cariño. No puedo permitir que tu decidas que hago con mi vida, mi estado de ánimo no puede depender del tuyo, mis ganas de respirar no pueden parar porque tú no me llames, ni mis ganas de comer, ¡ni mis ganas hasta de vivir! ¡Pero bueno! NO.
Mi estabilidad emocional no puede ni debe depender de otra persona más que de mí mismo.
No quiero estar contigo aislado, como dos islas que se enfrentan, que viven separadas, en la que haces y deshaces tu vida y no hay apenas espacio o simplemente es inexistente, no existe un nosotros. No es viable una vida (contigo) en la que no haya espacio para un nosotros. Alguien indiferente, carente de toda emoción por miedo al dolor, intentando huir, emocionalmente inadaptado. No soy un colchón que te amortigüe para cuando te interese o convenga. A eso no se le puede llamar ni amor, ni amistad, ni cariño, ni náh de náh.
No se puede vivir en constante estado de espera, en un «stand by» que consume poco a poco tu vida, tal como lo hacen todos esos aparatos eléctricos que tiene uno en casa que poco a poco aumentan la factura de la luz y a final de mes te dices: “pero si yo no uso nada”… Uno cree que no lo usa, pero ahí tienes la lucecita indicadora que sigue consumiendo. Porque ESO es lo que nos sucede, NOS CONSUMIMOS, nos desgastamos, cuando creemos que el amor está por encima de todo, que todo lo puede, que todo se supera, y no, no es así, existe una de falta cordura brutal en esto de las relaciones interpersonales, y de la buena, una cordura que nos equilibre por dentro y nos ponga frente al que debería ser el primer amor: nosotros mismos.
Por mi, por ti, por nosotros, no nos podemos subastar al menor postor, sin contrato, sin estipulaciones. No podemos tratar como prioridad a quién nos mira como opción, no podemos apostar por quién no apuesta por nosotros, por quién no nos busca de verdad.
Quiero estar contigo, unidos pero separados, de manera que tú eres tú, yo soy yo y a la vez existe un nosotros, un contigo en el que tú me valores y yo te valore, sin distinciones, sin juzgar; en la que ambos sumamos y aportamos a la relación, recíprocamente, en la que yo acepto la totalidad de lo que tú eres y tu aceptas la mía, sin intentar cambiar, manipular, forzar, modificar o romper un ápice de mi. Una armonía de situaciones en las que la aceptación (que no el conformismo) es el código no escrito. Un estar contigo sin dejar de estar conmigo, un tú, un yo y un “nosotros”.
Si no te aman como mereces, declárate en «desobediencia afectiva», vete, niégate a seguir; el buen amor es recíproco. – Walter Riso.
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Me doy permiso
Me doy permiso, porque me toca, porque nos toca, porque ya toca.
– Me doy permiso para dejar de tener paciencia, pero no es que me haya vuelto un soberbio (que a veces también) sino porque el vaso se colmó, se derramó, llegó hasta el suelo y ahora mismo llega hasta la calle. Dejo de tener paciencia con gente desagradable, nefasta, tóxica, oscura, apática y que no quiere ver la vida en color, sólo en gris. Allá ellos, yo me doy permiso para ni verlos.
– Me doy permiso para dejar de abrir el agujero en el que uno se va metiendo a diario, colapsado de tareas, de obligaciones, de emails por responder, de whatsapp que contestar, de una visita “de cortesía” que hacer, de cumplir con la pareja, con el vecino, hasta con los que no conocemos tenemos que “cumplir”, al coño, me doy permiso para no hacerlo.
– Me doy permiso para dejar de tener voluntad (de la buena) con aquellos que no me quieren, que no me buscan (y ahora no me van a encontrar), que no me sonríen, que no saben ni darme los buenos días o las buenas noches.
– Me doy permiso para dejar de idealizar, para dejar de abrazar con fuerza a quién no me devuelve el abrazo, para dejar que me cuiden y olvidar a quien no lo hace, para no hablar con quién no tiene nada que hablar conmigo, para dejar de justificar lo que es mentira, para dejar de excusar a quién en realidad no es sincero.
– Me doy permiso para no vivir desde la falta de coherencia, de hipocresía, de la mediocridad, de la falsedad, de los «bienquedas», de la falta de personalidad, de los que les falta “un par” bien puestos. Me gusta la gente tolerante, pero no me gustan los extremistas. Los extremos nunca han sido buenos.
– Me doy permiso para no aguantar la falta de lealtad. ¡Me sale fatal llevarme bien con la gente que no es fiel de corazón! No hay nada más doloroso que alguien desleal.
– Me doy permiso para darle una patada en el culo a los que se acomodan, a los que sólo aparecen en las buenas y que en las malas ni se acuerdan, a los que sólo te necesitan cuando ellos “requieren” algo y cuando no “es que estoy tan full (si claro) que no puedo atenderte, mejor mañana”, un mañana que nunca llega.
– Me doy permiso para mandar al carajo a más de uno si es necesario, porque no puedo permitir que me hagan sentir pequeñito cuando todo ser humano es inmenso, todos merecemos, todos somos grandes, todos somos válidos.
– Me doy permiso para dejar de desgastarme y quedarme vacío por dentro, para dejar de querer al que no me valora, para dejar de ver al que no te mira a los ojos y te dice “te quiero”.
– Me doy permiso para dejar de regalar mi tiempo en aquello que no lo merece, en la gente que no es «verdadera», en lo que no viene devuelta, en lo que no se sostiene, en aquellos que nos esforzamos a querer cuando no nos quieren. Las personas son como son, tú eres como eres. Si no quieres, no cambias. Si no quieren, no cambian.
Todos tenemos alguien (un pepito grillo) que nos susurra al oído lo que es mejor para cada uno, ese alguien se llama “intuición”, date permiso para escucharlo.
Hoy, me doy permiso para escucharme.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Te digo que NO
Llega un momento en tu vida, en el que tarde o temprano debes decirlo, lo necesitas, lo andabas buscando.
Sientes que debes pero no puedes, tienes miedo y aún así algo en tu interior te dice: reconcíliate contigo mismo, escúchame, soy tu intuición… ¡Dile que no!
Y así es que:
- Te digo que no. Y no te lo digo por orgullo o por soberbia, te lo digo por dignidad, la suficiente dignidad para no dejar que tú ni nadie me humille o me haga sentir que soy menos.
- Te digo que no, porque me da la gana, porque no eres nadie para manipularme, someterme, dirigirme o pretender tenerme bajo el yugo del miedo.
- Te digo que no, porque soy fiel a mi mismo, a mis creeencias, a mis valores, a mi corazón. Si, desde el corazón… ¿Conoces ese lugar? Desde ese mismo te digo que no.
- Te digo que no, porque no me mereces. NO has sabido ganar mi cariño, mi afecto, mi amor, mi comprensión, mi lealtad.
- Te digo que no, porque no he venido a este mundo a sufrir, ni a ser el esclavo de nada ni de nadie porque todos somos iguales.
- Te digo que no, porque antes te decía que SI pero tú no supiste valorarlo, apreciarlo, cuidarlo, mantenerlo, cultivarlo.
- Te digo que no, porque lo valgo y punto. Porque me quiero, me acepto y me respeto.
- Te digo que no, porque soy libre de elegir al igual que lo somos todos. Los buenos vallados, hacen a los buenos vecinos. Desde tu libre albedrío también está el mío.
- Te digo que no, porque tu nivel de amistad, de amor, de compañerismo no me merece, no eres transparente.. Eres oscuro, opaco, gris, tóxico.
- Te digo que no, porque yo quiero estar al lado de gente de bien, de corazón puro y con alma sana, gente con emociones equilibradas, que me hagan brillar, que me hagan sentir, la gente verdaderamente grande te hace sentir grande a ti también.
- Y no te digo que NO por herirte, ni por humillarte, ni tan siquiera por hacerme valer…. Te digo que no porque yo sé quién soy y eso es tener criterio, coherencia, congruencia, valores, lealtad, firmeza… Eso es tener marca personal.
“A veces decir NO te puede hacer parecer antipático, pero es la palabra mágica para ser efectivo, productivo y feliz”. – Virginio Gallardo.
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Reconecta tras el verano
«Reconecta»; esa era justamente la propuesta que esta mañana hice en mi perfil personal de facebook, en el cual poco a poco retomo la actividad de conexión (de la cual uno nunca desconecta, de ahí lo de reconectar). Justamente esa es mi moraleja de este verano, que en la era digital en la que nos encontramos todos inmersos, nunca llegamos a desconectar del todo, algo muy positivo para la comunicación, pero negativo por el estrés que provoca el estar continuamente conectado y su consecuente infoxicación.
Me quedo principalmente con 2 aprendizajes:
- Encontrar el punto de equilibrio necesario entre lo digital y lo no digital, entre online y offline, así como reorganizarse de tal manera que puedes comerte todos aquellos sueños y proyectos, evitando que éstos sean los que te coman a ti. Ya decía con mucha sabiduría mi abuela: “no te eches más en el plato de lo que te puedas comer”.
- Nunca llueve al gusto de todos, al igual pasa con el vecino de al lado. Aquellos que creemos fieles y leales, no lo son tanto más que a si mismos. ¿Cómo ver la parte positiva en esto? Que si es persona/momento/lugar/cosa no es lo suficientemente tóxico para tu vida, disfruta de su parte buena (que seguro la tendrá) de la parte que te aporte, que sume y pon distancia a todo aquello que te quite fuerzas y energías. Según el post del libro gente tóxica, sobre todo mantén lejos: a los lobos con piel de cordero, los victimistas y sobre todo a los negativos nivel experto, como le suelo decir a un amigo: «con esos es que no puedo».
Además, de mis diferentes lecturas he sacado unos cuantos puntos que a mi (y espero que a ti) me servirán para re-conectar en esta nueva temporada que viene cargada de nuevos sueños y proyectos. Aquí van:
Mantén tu centro existencial: Esto no significa que seas un muro de hormigón armado, duro e indestructible, quiero decir que busques la coherencia en todo lo que haces pero sin perder de norte tu centro, tu núcleo. Tu forma de ser, pensar y actuar deben ser congruentes con el entorno, pero también contigo mismo, y esto es algo que normalmente no tenemos en cuenta, ya que siempre nos ponemos en último lugar para agradar a los demás. Tú no eres una cometa que donde va el viento, allá que vas tú. Debes tener tus propias convicciones pero a la vez tener la flexibilidad de replantearte todo, sin que ello te haga perder tu camino ni desestabilice tus emociones.
NO a la dispersión y procrastinación: La solución más práctica es hacer una sola cosa a la vez, desactivando todo lo demás. Esto es en todas las areas y en todos lo sentidos, una persona puede ser multitarea, pero lo que no puedes tener es “multiatención” y cuando estás en todo, al final no estás a nada. No cedas ante la inercia de posponer, sé estricto con tu misión y proyecto, tenemos tantos planes que no nos centramos por lo que luego llegan las lamentaciones.
“El cazador que acecha a dos conejos, no atrapa ninguno”. Proverbio Zen.
Evita las preocupaciones, miedos, estados de ansiedad: Hay que tomarse los acontecimientos con calma, siempre lo digo, las cosas son como son, somos nosotros los que damos a “algo” la connotación de bueno o malo, por lo tanto, relativizar y entender que debemos reprogramar nuestra vida para no caer en un estrés excesivo. Desactivar el piloto automático y poner el manual, ese del que somos conscientes de lo que decimos, hacemos y vivimos este en línea con nuestra misión.
“Hoy es el mañana por el que el ayer te preocupabas”.
Potencia tus talentos naturales: Busca la manera de dedicar un tiempo (si es que no lo haces actualmente) a aquello que de forma innata sabes hacer bien, tu pasión, aquello que te entusiasma hacer y pierdes horas y horas sin que te des cuenta. Eso es tu “talento natural”, aquello con lo que te sientes realizado. Puede que seas conserje en la recepción de un hotel porque necesitas ese dinero para vivir, pero ello no impide que busques la forma de que, en tu tiempo libre dedicarlo a aquello que te impulsa y te carga las pilas de forma natural, ya sabes, tu equilibrio.
Pon freno a tu pesimismo interno y al ajeno: Céntrate en la soluciones y no en el problema, no des vueltas a los asuntos. Pasa a OCUPARTE, en vez de pre-ocuparte. Si algo tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si no la tiene, ¿para que preocuparse también? Haz una criba mensual (en serio, mensual) de toda aquella gente que te intoxica y que resta en tu vida, es una de las mejores prácticas que tengo en mi vida. Evita el análisis excesivo, practica la gratitud (algo que usualmente olvidamos y creemos que todo no es dado, por arte de magia!). El optimismo, aunque no lo creas, es un hábito y se aprende con práctica.
“El campo de la conciencia es diminuto. Sólo acepta un problema a la vez”. Antoine de Saint-Exupéry
Aprende a amar en todos los sentidos: No hablo exclusivamente de la pareja, hablo del amor en todos lo sentidos: amigos, pareja, familia, compañeros. Un amor descontaminado es un amor sano, equilibrado, no-tóxico. Que suma y es funcional. Y todo lo que es funcional en un área de tu vida, redunda en todas los demás ámbitos.
Lucha por tus ideas vitales: Principios y valores, aquellos intrínsecos de tu ser, lo que verdaderamente es importante para ti. Aquello que te motiva y respetas, son todas aquellas cosas que marcan límites saludables entre tú y el mundo que te rodea.
Habla con tu notario interno: Escúchale y pide una nueva tasación, retoma aquellos hábitos que hacen que tu autoestima esté equilibrada, cuidándote. Todos tenemos un motor de crecimiento interno, en constante desarrollo, como tal, requiere de tareas de mantenimiento las cuales pasan por autorresponsabilizarse de uno mismo y administrarse adecuadamente en nuestras carencias y potencialidades, reconociendo con humildad tantos unas como otras.
“El amor propio es el origen de la ética personal que nos indica cómo hemos de vivir”. W.Riso
Y a ti, ¿qué te parece? ¿Reconectamos junt@s?
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Emociones Tóxicas
“Nuestras emociones están allí para ser sentidas, pero no para dominar nuestra vida, porque de hacerlo, se volverán tóxicas”.
Sanar nuestras emociones implica prepararnos para liberarnos de las emociones negativas y tóxicas que, en definitiva, no nos ayudan a encontrar una solución.
Después de leer el bestseller “Gente Tóxica”, un libro sumamente recomendado y que me pareció brutal, cuya reseña puedes ver aquí. Encontré en la misma línea este “Emociones Tóxicas” y para nada me ha decepcionado.
Básicamente hace un barrido por las principales emociones tóxicas que nos acechan, cual lobo hambriento, esperando para desestabilizarnos y apoderarse de nuestra vida.
Está compuesto de 15 capítulos principales (15 súper-emociones tóxicas):
- La ansiedad tóxica.
- La angustia tóxica.
- La insatisfacción crónica es tóxica.
- El apego tóxico.
- El enojo tóxico.
- La envidia tóxica.
- Los miedos tóxicos
- La vergüenza tóxica.
- La depresión tóxica.
- La frustración tóxica.
- El duelo tóxico.
- El llanto tóxico.
- Las culpas tóxicas.
- El rechazo tóxico.
- Los celos tóxicos.
De todos los temas de este “Emociones Tóxicas” destaco los siguientes:
La angustia afecta a tus relaciones: el tener una angustia tóxica, no sólo te afecta a ti física y emocionalmente, afecta a quienes tienes alrededor porque provoca una ira descontrolada contra ti y contra todos. Nuestro propio dolor nos lleva a dañar a los demás. El aislamiento provocado por esa angustia sólo nos lleva a más angustia. Hay que expresarla.
Ser excelente, no perfecto: Eres excelente cuando en ti existe la voluntad de seguir mejorando, una continúa habilidad. Hay que ser capaces de ser flexibles antes los fracasos y frustraciones, teniendo la capacidad de no buscar la perfección pues esta es una utopía, en cambio la excelencia es el camino de la aceptación de lo que nos sucede y convertirlo en lo que mejor nos interesa. No postergar, nunca.
La persona apegada es codependiente: es alguien que vive con miedos, frustraciones y el “que pasaría si”, no termina de vivir su vida. Todo se basa en necesidades, inventadas por su emoción tóxica claro, ya que realmente no es existe tal necesidad. Puede llegar incluso a convertirse en alguien “adicto a la gente” y si bien, ser social no es necesariamente negativo, si lo es en exceso y depender constantemente de la opinión de los demás. Todo comienza por la aceptación de uno mismo de manera incondicional.
La envidia es la reacción tóxica de la admiración: este enfoque especialmente me ha encantado, y es que es así. Muchas veces decimos “envidia sana”, no, o es admiración o es envidia, aquí no hay término medio. Cuando admiramos a alguien, nos alegramos por el/ella, por lo que ha conseguido, etc. Cuando envidiamos deseamos ser el/ella, tener lo que posee, etc. Por lo tanto una envidia tóxica es una admiración desmesurada y por lo tanto tóxica, tal y como ocurre con muchos fanatismos de origen religiosos, líderes o ídolos musicales.
La toxicidad del rechazo tóxico proviene de la necesidad de aceptación: aceptación, sí, pero mal buscada. Buscamos que los demás nos aprueban, cuando la verdadera aprobación nos la tenemos que dar nosotros mismos. Creo que de todas las emociones tóxicas, esta es la más sangrante, la que provoca más dolor porque no nos damos permiso a poder construirnos desde dentro; los que sufren de “rechazo tóxico” no pueden vivir realmente sus vidas porque están pendientes de la opinión de los demás. NO estás hecho para el NO, eres aceptado desde que tienes vida.
Dos maravillosos párrafos que no necesitan explicación:
Sólo una autoestima sana puede resistir al error y a la vergüenza. Si te has equivocado, ¡no importa! Errar es humano. ¡Y qué bueno que seas un ser humano capaz de revertir cualquier error! Si puedes reponerte y superar la vergüenza, estás listo para pasar todas las pruebas que tienes por delante.
La cuestión no es correr, sino llegar. Dar el primer paso, cambiar nuestra actitud negativa, fijarnos una meta corta y alcanzable que luego nos remita a otra meta, y así sucesivamente, podremos lograr grandes objetivos. Sé inteligente y creativo, atrévete a enfrentarte a tus circunstancias. Sólo cuando hacemos frente a nuestra situación con una visión clara de nuestros objetivos podemos lograr un cambio.
Si te gustó “Gente Tóxica” te recomiendo encarecidamente “Emociones Tóxicas”, es el tándem perfecto para conocer y reconocer en nosotros y en los demás todo aquello que nos minusvalora como seres humanos y nos impide sacar a relucir todo nuestras potencialidades y verlas también en los demás.
Me gusta: tras el éxito de “Gente Tóxica” y su formato bien definido por tipos de personalidades tóxicas, este libro de “Emociones Tóxicas” es el complemento perfecto para identificar los patrones emocionales y cómo modificar o mejorar esas conductas.
No me gusta: echo de menos alguna que otra gráfica o imagen (sin excesos) durante el proceso del mismo, no me cabe duda que ayudaría a su comprensión.
Lo mejor: Las citas célebres o proverbios destacados durante todo el libro, que ayudan excelentemente a la comprensión en formato “reducido” de cada capítulo. Son unas píldoras de sabiduría en potencia.
Citas o párrafos favoritos del libro:
- De todo aquello que no nos podemos soltar, no somos sus dueños, sino sus esclavos.
- La gente no tiene autoridad para rechazarte ni aceptarte. Sólo tú puedes hacerlo.
- No importa que otros hayan llegado antes. Nunca es tarde. No importa cuánto tiempo has estado en el suelo. Ponte de pie.
- No importa tu pasado, ni la edad que tengas, ni siquiera si has sufrido. Lo que importa es que tú sueñes, porque, mientras lo hagas, tendrás las fuerzas para seguir adelante y no detenerte.
- Tienes que ser un sinvergüenza, un desvergonzado perseverante, para las cosas y los sueños que pretendes alcanzar. Arriésgate.
- Detrás de todo gran miedo, hay un gran temor. Es el temor al abandono.
- Cuando nacemos, nacemos con las manos cerradas, porque no traemos nada, y cuando nos morimos, lo hacemos con las manos abiertas, porque no nos llevamos nada.
- No adivines lo que le pasa al otro, mejor pregúntale.
- Perseverancia es no desfallecer y es ver que a su debido tiempo vas a cosechar lo que sembraste.
- Sólo si sabes con certeza cuál es tu sueño serás capaz de ayudar a otro a cumplir el suyo.
- Todo lo que nos pasa, incluso el dolor, podemos transformarlo en aprendizaje.
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Gente Oscura.-
Hace unos días, conversando con un buen amigo, (que es una de las formas que para mí nace la inspiración: intercambiando opiniones), llegamos a la conclusión de que entre la raza humana se encuentra lo que yo denomino:
“gente oscura”. Si, así tal cual.
Son aquellos especímenes caracterizados por:
1. Su semblante es frío, gris, no transmite; ese típico rostro que “parece que todo el mundo le debe y nadie le paga”.
2. No dan los buenos días ni saludan, (bajan la mirada por la calle, esos dependientes o recepcionistas que parece que les debes la vida cuando te atienden, alguien que te encuentras en el ascensor, en el gym).
3. Quieren aparentar una cosa que no son y eso se nota, lo que les hace más oscuros aún si cabe.
4. Tienen esa especie de muro de persona altiva, que no te deja atravesar. Así que nunca sabes con quién estás hablando, no hay emoción alguna.
5. Son egoístas, vampirizan tu energía, te agotan, te absorben… En definitiva su presencia es tóxica.
6. Van con una máscara de amistad cuando lo que intentan es sacar el mayor provecho en su beneficio sin aportar nada.
7. No son empáticos, te restan, oscurecen tu vida.
¿Te encuentras en esa tesitura? Espero que no, pero si así fuera, hay solución.
Siempre te puedes pasar al lado de la “gente con luz”. Si, así tal cual.
Son aquellos caracterizados por:
1. Te sonríen, siempre, en cualquier lugar en que se encuentren y con ello te transmiten todo lo bueno que tienen.
2. Te saludan, te dan los buenos días, las buenas tardes, los «hola», los «hasta luego», y ya, si te añaden el “qué tal”, tienen todo ganado.
3. Van con la cabeza alta, el cuerpo erguido y mirando al frente, pero ceden el paso en su camino.
4. Son generosos, aportan, dan calidez con su presencia.
5. El respeto es su seña de identidad.
6. Suman mucho en tu vida, su no presencia es echada de menos.
7. Te hacen sentir que tú también puedes brillar.
¿No es más fácil todo en la vida cuando contagiamos esa luz, simplemente con mostrar lo mejor de nosotros en vez de lo peor? ¿Las relaciones interpersonales no fluirían mucho mejor?
– En la cultura japonesa hay una máxima y es aquella de no perder nunca la calma tras un estado de crisis emocional, por no invadir con sus emociones negativas en los demás es fundamental en su sociedad, de ahí su cultura milenaria y sus exquisitas formas a la hora de respetar los límites de los demás.
Extracto de noticia en el mundo.es:
“Los británicos son conocidos por controlar sus emociones, positivas y negativas, es lo correcto, lo educado, «lo proper». Los japoneses contienen solo sus emociones negativas por una razón: el respeto, no ofender a quienes les rodean. Nuestras emociones, nuestro dolor puede importunar o aumentar el dolor del otro y la cultura japonesa se basa en el respeto al prójimo y en el buen funcionamiento del grupo.”
Reflexionemos en que la vida es mucho más fácil cuando nos quitamos la máscara, mostramos nuestro verdadero rostro (sea cual sea), pero que éste sea el que sume y no que reste; basándonos SIEMPRE en el respeto por los demás el cual seguro que también queremos para con nosotros mismos.
Dejemos que nuestra luz ilumine el camino de los demás.
¿Y a ti como te gusta la gente? ¿Oscura o con luz?
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