Amor en días revueltos #SanValentin 2017
El AMOR es considerado, recíproco, dulce y compasivo.
Es el hilo que enlaza la vida de dos personas, es aquello por lo que conectan y comparten los caminos.
No es un destino, es un sendero por el que se camina.
Es sosegado, calmado y pasional a partes iguales, es todo aquello que te hace sentir que estás en casa, protegido, calmado. Es todo lo que te arropa y te abraza en los momentos que lo necesitas, y en los que no, también.
Por eso, el amor está en TODAS partes: en los amigos de verdad, en la familia, en la pasión que sientes cuando tu trabajo se convierte en una bonita huella que dejas en el mundo, en cualquier ínfimo momento que disfrutas con aquellos que: con tan solos verlos sonreír, tu mundo es más feliz.
Es como si el propio mundo, te sonriera.
Gracias por ser parte de mi mundo.
[Con motivo de esta ocasión especial, hemos realizado una sesión especial con mi querida @estefaniagorayeb ? ]
#FelizSanValentin ?
El amor no duele, no controla, no aprieta. Quiérete. Quiere bien. @elamoreschulo
Fotógrafo: @sergioramirezd
Producción: @anamarreroph @fotosenverso (Gracias equipo)
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir
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Feliz Navidad, feliz todo, feliz tú. ?
Tal vez en Navidad es esa época en la que esperamos comprar “con regalos” el amor o la autoaceptación propia y de los demás. El cariño y la confianza no se compran desde el bolsillo; se obtienen desde el ser y el estar.
- Estar contigo coherentemente, donde lo que piensas y lo que haces están en sintonía.
- Ser y estar con los demás, pero de verdad, sin interferencias “móviles”.
- Estar en verdadera presencia, viviendo y sintiendo el tacto real de aquellos a los que quieres, sin que tengas que demostrar tu felicidad a los demás de manera constante. Cuando sientes de manera auténtica, no tienes la necesidad de demostrarlo. Vives.
- Ser y estar por y para los que verdaderamente están por y para ti. Aprender a desapegarnos de todos aquellos “vampiros” (como diría una amiga) que solo llegan de paso para dejarte vacío. Tú debes ser lo suficientemente fuerte y consciente para decidir alejarte de aquello que no te llena y solo te consume.
El brillo de este año en mis ojos me lo producen tantas cosas bonitas: todos aquellos momentos en los que me doy cuenta que estoy presente, que soy yo mismo con todos mis aciertos, también mis errores y fracasos, pero con una máxima: La verdad siempre gana.
Quizás, de las cosas que más me han llenado este año sea una la cual no pensé que me hiciera tanta falta.
Cuando me dijeron: TE CREO [palabras que sanan, sin duda alguna].
Ahora te lo digo a ti que estás al otro lado:
CREO en ti.
Feliz Navidad, feliz todo, feliz tú.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir
*imagen: Ian Schneider
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Por lo visto
Por lo visto están los que sí, sabes que ellos son un sí, pero luego están los que no, pero que tampoco intentan hacer algo por ser un sí. Luego están los que quieren ser echados de menos, pero solo saben ser echados de más.
Por lo visto también están los que cumplen las promesas y luego están los que no lo hacen (o los que las cumplen a medias, que viene a ser lo mismo que no hacerlo). Están los que priorizan un yo sobre un tú, sin ni siquiera una tregua donde exista un nosotros.
Por lo visto, también sucede, que cuando alguien pasa una mala racha, o se encuentra enfermo, o simplemente no dispone de la misma energía vital (se desgasta, por lo visto, los seres humanos no somos pilas alcalinas), es cuando resulta que las ratas se esconden, los buitres aprenden a mandar whatsApps de bienquedas…
PERO que además también sucede que a los AMIGOS de verdad ves aparecer, y sí, por lo visto es así.
En definitiva hay gente que es muy top y luego hay «otra» gente. Están los que te difuminan sonrisas con solo una mirada y están los que te las quitan, están los que te suman horas al reloj, tantas, que no sabes si estás aún en el mismo día o en el siguiente y luego están otros que roban tanto de ti; que cuando te das cuenta, ves que se te está apagando la vida y que no la has vivido.
A esa gente que nos apagan el brillo, dales una buena patada en el culo.
Por lo visto no sabemos decir NO, venimos “aborregados” de serie, PERO yo te aseguro que podemos declarar una cruzada en contra de aquello que nos resta y ¡no pasa nada!, bueno si pasan: muchas cosas buenas.
Me declaro en desobediencia afectiva contra aquellos que me restan horas, valores y vida. Construyamos recursos que nos ayuden a defendernos de los delincuentes emocionales, de los abanderados de la mentira, de las sonrisas bienquedas y de todo aquello que nos hace perder el tiempo.
Tiempo, que es VIDA.
Y, de ésa, solo tenemos una. Me importa que sepas eso.
Por lo visto estás a tiempo: es posible aprovecharla.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Imagen: Daniela Gil @danielagilphoto // Facebook
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Mirar hacia otro lado
Me gusta la gente que no se arrepiente, que si promete cumple, la gente a la que le gusta dar y sabe recibir, la gente que no te regala sus palabras solo por compromiso, la gente sincera que va de frente hasta el final, que no esconde la cabeza… O simplemente que mira hacia otro lado.
La mirada es el espejo del alma, mira a los ojos y comparte tu alma, escucha, no oigas y sobre todo siente: por ti y por los demás.
Pero abunda la postura más fácil, la de decir: no me gusta lo que veo, no me gusta donde me he metido, no me gusta enfrentarme a nadie…. Pues miro hacia otro lado y ya se pasará. Por no mirar no significa que no pase nada, la vida sigue y tú te lo has perdido.
A veces es normal parpadear, la mirada se cansa, sobre todo cuando no te devuelven la mirada, una sonrisa, una emoción… En ese momento que parpadeas te das cuenta y piensas…
¿Y si cuando los vuelva abrir…?
¿Y si no los abro…?
¿Y si miro hacia otro lado…?
Pero mientras piensas (el tiempo pasa) ya estás mirando hacia otro lado. Mira de frente, decide, actúa, haz y sobre todo no hagas daño a los demás.
«Cuando miras hacia otro lado, lo único que haces es esquivar un problema y acumular otro».
Yo me he propuesto mirar de frente, no intentar y hacer, seguir de frente con la cabeza bien alta y la mirada tranquila, porque se que me cruzaré con miradas sinceras, divertidas, atrevidas, creativas, luchadoras… Y esas son las que recordaré y las que no… las etiqueto y las guardo en el cajón del olvido, porque sé que algún día se volverán a cruzar en mi camino y yo tendré tanta experiencia en miradas…
¡Que ya no me afectarán!
Antes de mirar hacia otro lado te propongo:
1. Sonreír
2. Llorar
3. Levantar la ceja
4. Picar (sólo) un ojo
5. Dormir un poco y descansar la vista
6. Quitarte las legañas
7. Ponerte una gafas de sol para no deslumbrarte
8. Ponerte las gafas de vista para confirmar lo que estás viendo
Pero por favor no dejes de mirar…
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Amistad volátil
¿Cada cuánto piensas en por qué tus amigos entraron en tu vida?
¿Fue aleatorio, intencionado?
¿O puede que un poco de ambas cosas?
¿Por qué crees que la amistad es tan volátil?
Sin importar la razón, sin saber cómo, simplemente sabes que algunos amigos van a estar a tu lado por un tiempo, de otros, no estás tan seguro.
Y luego está ese amigo que esperas que sea el incondicional, con el que crees compartir tus experiencias, tu camino, por el que apuestas todo a caballo ganador… Pero resulta que no lo es, no es el ganador de la carrera.
Si eres de los que le gusta investigar, pensar, darle vueltas al coco, a las emociones y sus misterios, tal vez sea justamente un misterio tipo “Iker Jiménez” que no se puede resolver: qué extraños motivos son los que suceden para que algunas personas entren en nuestras vidas; algunas se vayan y otras se conviertan en parte de ti.
La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea. – Alberto Moravia
Algunas amistades parece que durarán para siempre y otras… Otras terminan demasiado pronto. No todas las amistades están destinadas a durar toda la vida, pero lo que si dura para siempre es el dolor cuando esa persona se ha ido, llevándose un pedazo de nosotros con ellos.
Nunca he creído, al igual que en el amor, en esas relaciones explosivas, fulgurantes, de un día para otro, tipo “te conozco hoy y mañana desayuno, almuerzo, me voy de compras, de marcha, te cuento mi vida y cena contigo”.
No me lo creo.
Las raleras dan cagaleras. – Mi abuela
Lo bueno siempre se ha cuece a fuego lento, de toda la vida. Lo que nace de hoy para mañana, muere también en la misma medida.
La buena amistad se cuida, se mima, se busca en el tiempo, se riega adecuadamente para hacerla crecer, se va construyendo a bases de detalles sólidos nacidos del compromiso evitando la toxicidad de las excusas, vive de la naturalidad, del entendimiento recíproco que se produce cuando conectas con alguien, de la necesidad de cuidar y de que te cuiden, de los momentos compartidos (muchos o pocos) pero con peso suficiente para solidificar unos cimientos que perduren toda una vida.
Tal vez la pregunta que debemos hacernos no es:
¿Por qué entran o salen de nuestras vidas?
Sino más bien:
¿Para qué?
Y sin duda alguna te puedo decir: todas vienen para ENSEÑARNOS.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Una sociedad herida
¿Has reflexionado últimamente sobre lo que sucede a tu alrededor? En lo que sucede en el mundo, en lo que nos rodea, en lo que uno mismo vive. Creo que estamos en una sociedad herida.
Compañeros, amigos, familiares e incluso hasta uno mismo, nos hemos convertido en gente intoxicada, no sabemos querer, no respetamos, no escuchamos, no nos escuchamos, convertimos todo nuestro alrededor en objetos de nuestro interés, tienen que estar disponibles cuando queramos y en nuestras condiciones, ¿qué coño nos está pasando? ¿Eso es amistad? ¿Eso es la empatía del ser humano?
No nos prestamos atención real.
Invertimos mucho, muchísimo tiempo en proyectar una imagen positiva, que no digo que no sea bueno compartir lo positivo que tenga uno que aportar al mundo. A lo que me refiero a inventar y proyectar un personaje de Pixar o Disney que no eres.
No hay coherencia, no hay equilibrio emocional, vamos como pollos sin cabeza. Satisfaciendo nuestro ego, pero no nuestro lado humano. Se ha expandido como la pólvora una máxima: Si no triunfamos, no somos nadie.
¡Qué precio tan alto estamos pagando!
Malvivimos confundidos, perturbados, inseguros, desconfiados y por ende, hacemos lo mismo con todo aquel que se nos acerca. Descargamos nuestras frustraciones en ellos, como si de cualquier vulgar retrete se tratara. Triste.
Necesitamos ser dependientes y ya ni siquiera por amor, sino por egoísmo.
«Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.»
Stefan Zweig
Y como consecuencia (o incluso como causa): la acumulación de pequeñas frustraciones, las cuales no hemos sabido, ni nadie nos ha enseñado a gestionarlas de manera correcta. Escondemos las emociones, de hecho, no enseñan a hacerlo: “niño, no llores, eso es de niñas”, “niña, compórtate, que eres una señorita”. Y así sucesivamente te podría dar un recital de todo lo que recuerdo de peque.
Ahora con las redes sociales y el mundo digitalizado en el que vivimos, todo esto se ha MULTIPLICADO por mil, basamos nuestra autoestima y nuestro ego en tapar miedos, carencias y debilidades con reconocimiento externo, con «yo soy más que tú», con mejores coches, mejores trabajos, mejores vacaciones y viajes, mejores “fotones”, mejores marcas deportivas, mejores patrocionios… ¿Te suena de algo? Buscamos la admiración de los demás porque queremos que nos respeten.
Cuando, en realidad, ni de coña nos respetamos nosotros mismos.
Creo que ya es hora de dejar los prejuicios y CONOCERNOS, tomar un café con nosotros mismos, reconocer esa parte tóxica, herida y problemática que todos tenemos y aceptarla. Dejar de cargar a los demás, sobre todo a aquellos que nos quieren y nos hacen bien, con nuestras frustraciones.
Imbécil, también puede volverse uno mismo, porque tú y yo somos parte de esta sociedad herida, rota, quebrada, por la incapacidad de no saber nadar a contracorriente y dejarse llevar por esa marea que nos revuelca y envenena, por no ver que a veces los demás no nos hacen daños más allá del poder que nosotros le demos, que no somos víctimas ni verdugos de un plan cósmico, que somos corresponsables de lo que nos sucede.
No es lo que pasa a nuestro alrededor, lo que nos hacen, es lo que decidimos sentir con lo que nos dan.
Hace tiempo me encontré con este texto que a mí me maravilló:
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Ellos creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi.
El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto.
Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman.
¡Cuán importante resulta el enmendar!
Cuánto, también, el entender que los vínculos lastimados y nuestro corazon maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro: fortaleza, servicio, virtud…
La prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— son dignas de llevarse en alto
Nos deberíamos preocupar en destacar y hacer bello aquellas zonas frágiles de nosotros y no intentar destacar por encima de todo y de todos; (aunque digas que lo haces por autosuperarte, sabes que mientes).
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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No salgas con un cobarde
No, no salgas con esas personas, te destruyen, te desgastan, acaban con todo lo que habita en ti… Puedes terminar desolado.
Esas personas que nos funden la energía, que una semana nos suben a un pedestal, luego nos destruyen para luego intentar resucitarnos y acabar haciéndonos añicos de nuevo. Escribo este post parafraseando el título del amigo Pablo Arribas y su grandioso post «Sal con un Valiente», no hagas lo contrario: no salgas con un cobarde.
Nos vampirizan, a los que idealizamos e idolatramos tanto que nos volvemos compulsivos idiotizados hasta que nos destruyen. Personas veneno que no llevan incorporado un antídoto. Cuando juegas con un cobarde, no hay tiempo de descuento, es un partido que tienes destinado a perder.
Nos intoxican, nos enganchan como cosa mala, nos anulan, nos chiflan de la cabeza tanto que perdemos el control, perdemos el poder que tenemos sobre nosotros, sobre nuestra vida. Recientemente un buen amigo me contaba “las personas debemos recuperar nuestro PODER, la fuerza que nos hace elegir, tomar el mando. Desde ahí todas nuestras decisiones será a favor nuestro”. Eso es: vaciar las mochilas cargadas de pedruscos que no nos dejan fluir, ser, crecer, expandirnos, volar.
Aquellas personas con las que pensamos que nunca tropezaremos, vas y te caes de bruces. Menuda experiencia quizás, pero qué alto es el precio emocional a pagar. A todas luces no sale rentable. Pon en un balanza la historia y me cuentas el desgaste, las guerras que tendrás que lidiar, los reproches, el miedo de vivir con la desconfianza. Vivir y caminar con los ojos vendados y no tener a nadie que te sujete del hombro para caminar. Triste.
La vida es demasiado corta como para estar en guerra con uno mismo.
Seres rencorosos, arrogantes, déspotas, ególatras que viven mirándose en el espejo de su vanidad. Enmascarados que no son héroes, sino villanos que vienen a capturar tu autoestima, tu energía, tu solidez, tu estabilidad emocional, tus sueños, tu magia.
TÚ mereces a una persona que te quiera con todo y con nada, con tu cara lavada o incluso sin lavar y el pelo hecho un cuadro. Alguien que te encienda y no deje que te apagues, que te haga sentir seguro, que puedas caminar confiado y sin miedos. Alguien que vive, baila, corre, salta, sueña, respira… Junto a ti. Alguien que se ría a carcajada limpia con tus cosas, con tus pedradas, con tus ocurrencias. Alguien que se lance en paracaídas contigo con los ojos cerrados porque cree en ti. Alguien que sea auténtico, de verdad, transparente, sin doble moral, ni doble vara de medir. Alguien libre y que a la vez ame tu libertad, que te apoye cuando no tengas fuerzas para seguir adelante, que esté ahí esperándote cuando nadie más lo está. Alguien a quien admires y que te admire. Alguien que te mire a los ojos y te hable, sin siquiera abrir la boca. Lo peor que te puede pasar es vivir rodeado de gente, y sentirte solo. Mereces alguien que te remueva la ilusión de estar vivo. Mereces alguien que no sea un cobarde.
Aún así, solo nos queda algo que un cobarde nunca se podrá llevar, nuestra dignidad.
Discurso* para un cobarde:
Disculpa, ¿eres un cobarde y no sabes querer?
No te preocupes, que ya lo hago yo. Me voy por la puerta, cierro del todo, y por favor no me mandes un whatsApp, no seas tan mediocre, ya no hace falta que hablemos. Y mucho menos se te ocurra buscarme, ni me insistas, ni tampoco intentes desestabilizarme porque tu sentimiento de culpabilidad (que no tu amor hacia mí) te haga sentir triste.
Tú has querido que tome este camino, pero yo he decidido elegirlo.
No me interrumpas, ni intentes decirme que estoy loco, ni echarme encima tus inseguridades y miedos, son tuyos, no míos. No puedo estar pendiente de ti ahora, porque ahora tengo que estar pendiente de mí.
No soy indiferente hacia ti por joderte, lo hago por quererme. No quiero hacerte daño con mis palabras, ni con mis gestos para que tal vez te acerques, lo estoy haciendo para acercarme más a mí mismo. No me gustan los cobardes.
No, cariño, no. Mi vida sin ti es por mí, no por ti.
(Texto customizado de su autor original: Carlos Burgos).
Nadie puede entregar amor, amistad, nobleza y cariño si carece de todo eso hacia sí mismo.
Es necesario saber decir adiós a esa persona desde el corazón, aunque tengas que verla a diario, te compensa, te beneficia, te reubica. Terminas la guerra, ganas la batalla.
En la vida hay ciertas cosas que duelen mucho, que a uno lo rompen en mil pedazos, en esos momentos te quedas devastado, sin energía, perdido. Salir con un cobarde es el detonante de esos momentos.
Quizás eso que nos pasa nos sucede para descubrir quienes somos realmente, encontrarnos, o tal vez para darnos un bofetón y salir del letargo en el que estamos y darnos cuenta de la persona que tenemos delante. Pero que te hayas topado con un cobarde no sea la excusa para volver a hacer de tu vida algo grande.
Quédate con los que piensan que lo que se hace con el corazón, llega al corazón.
Hazme caso, no salgas con un cobarde.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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Cenizas
Cenizas.
Están las que quedan tras destruir todo a su paso: un incendio como le pasó la vivienda de un familiar hace unos meses, casas que quedan destrozadas y hay que reconstruir (con lo que quede o lo que falte), o por ejemplo bosques gigantescos de los cuales ya no queda ni una retama, en los cuales se deben plantar nuevos árboles y además protegerlos para que no vuelva a pasar.
Pero luego están las cenizas que quedan y que curan, las que sanan, las que purifican, las existen porque tienen que terminar con todo lo malo, para que puedas comenzar de nuevo. Aquellas cenizas sobre las que nos reconstruimos, más fuertes, más duros, más grandes, mejores.
Confío y sé que todos siempre tenemos la oportunidad de volver a empezar. Las veces que haga falta.
«Disfrutar del tiempo que nos toque vivir, del aquí y el ahora. No malgastarlo y hacer con él, algo valioso.»
Cuando las personas se sienten bien tratadas, responden del mismo modo; por el contrario, un comportamiento inadecuado suele desencadenar de forma directa o indirecta en un efecto negativo. Cuelga en la percha del olvido emociones como el rencor, la rabia o la envidia, hacen más daño al que las lleva encima, que al que van dirigidas. En cambio, perdonar sana y te libera de mochilas que no son tuyas, son suyas.
«No consentir jamás que te hagan sentir que no eres válido. Nadie puede hacerte sentir inferior sin tú consentimiento. Reclama lo que vales.»
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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No te dejes quitar la corona por un sapo, princesa
Todos alguna vez en nuestras vidas sentimos ese golpe en el corazón, ese trompazo con la pared, esa jodida patada en la barriga. Algo de nosotros se rompe cuando alguien al que queremos con todo nuestro ser nos hace daño, nos traiciona (da igual la forma emocional en la que lo hagamos, querer es querer).
A veces nos empeñamos en cosas que no pueden ser, forzamos, gastamos (nos desgastamos), utilizamos nuestro último cartucho en cosas que ya sabemos de antemano que NO pueden ser, y da igual absolutamente de quién es la culpa, si tuya, de él o de ella. Lo que no fluye, no va a ninguna parte, lo que no puede ser, no tiene razón de seguir.
Cuando algo está quebrado, por mucho que lo pegues, se notan las grietas.
¿Qué más dará quién es el culpable? ¿Qué coño importa? ¿Acaso lo vas a llevar a juicio y culparlo por no quererte?
Sentencia de desprecio, cariño.
La jodida sentencia se la pone uno mismo por pretender que los demás nos aporten la felicidad que merecemos (a toda costa), pretender que somos lo mejor que pueden tener (qué injusto que alguien piense eso de mi).
¿Por qué voy a pensar así yo de alguien?
Señales: esas que nos indican lo que va bien o lo que no va tan bien, una desconexión, algo que nos dice que no nos quieren (o que hemos dejado de querer), ese sexto sentido al cual metemos siempre en el cajón del olvido, pero que SABE absolutamente lo que nos pasa. Vivimos en un bucle de ir y venir hacia personas, momentos, situaciones o cosas donde creemos que tenemos todas las posibilidades del mundo, pero éstas sólo están en nuestra cabeza. Historias basadas en hechos reales, pero sólo en nuestra cabeza.
A ti querida amiga, a ti te ha pasado (como a mí y a muchos nos sucedido, bastantes veces), sabías perfectamente lo que sucedía, las consecuencias, lo que estaba mal, ese algo que te hablaba. “Esta vez será diferente”, y no, no lo es. Ignoraste las señales, las tuyas propias. El raciocinio se quedó en la cocina. ¿Por qué tratas como prioridad a quién te trata como opción? ¿Por qué funcionas como un aeropuerto? ¿Tu vida depende de quién salga o entre de ella?
“Vamos a tomarnos un tiempo” = MENTIRA. No creo en los tiempos, es una gran patraña, o amas o no amas, o quieres o no quieres, quién duda que ama, es que NO LO HACE. Y punto.
¿Cómo coño voy a dudar yo si quiero a alguien? ¿Estoy tonto?
Los “vamos a darnos un tiempo” significa “voy a hacer mi vida sin ti, cariño, pero no quiero que te vayas, no vaya a ser que lo que yo voy a estar haciendo por ahí (sin ti claro) no me guste del todo y entonces quiera volver a tu lado y tú me estés esperando dulcemente”. Y un cojón.
No princesa, ¡NO! No te dejes quitar tu corona por un vulgar SAPO, tú eres una princesa que será reina y mereces un príncipe que luego será REY, el gran REY de tú vida, de vuestra vida juntos.
Al final todos queremos que nos quieran, pero no a cualquier precio, joder. ¿Cuál es esa palabra?
Dignidad. Esa es la palabra.
A veces es preferible desear lo mejor, dejar marchar, o irse uno, porque… ¡Eso nos hace libres! Libertad para decidir sobre nuestras vidas, tú vida. No llenes los huecos de tu corazón con cualquier cosa, conformándote con lo primero que te viene o con lo último que llegó, porque es tu “amor de juventud”, porque te estás perdiendo una vida maravillosa, llena de luz y vida. No te empeñes en alguien que no te sabe apreciar, adiós, cierra la puerta, cierra el capítulo, cambia de libro, gracias por venir y por lo que construiste, ¡pero vete ya!
Es triste que alguien al que le hemos dado toda nuestra confianza, la use como arma para destruirnos. Pero más triste es ver que no lo consigue. Es hipocresía a la décima potencia comprobar que no había ningún interés real y sano en la relación, o que lo hubo y cambió, o que tú pensaste (te autoengañaste) que había. Ahora, ya no es.
Nadie que te quiera, deja que lo pases mal ni un solo minuto.
Y te preguntas: ¿Cómo alguien puede perder su esencia? Destruirse, inventarse personajes, volverse gris para ser un SAPO más, ¡pero no eres una heroína para tener que rescatar a nadie! Cada palo que aguante su vela y sus decisiones. Alguien dijo una vez, el único príncipe o princesa al que tienes que querer lo tienes frente al espejo… Y qué razón llevaba. A veces Disney se pasó de rosca con sus historias…
Pero creo que la vida todo lo devuelve, ese famoso karma que todo lo pone y coloca en su sitio y cuando actúas desde el corazón, no hay orgullos, ni soberbias, ni arrogancias que valgan, sólo sientes. No hay rencor. Entonces todo lo que hiciste, bien hecho está, lo hiciste de verdad. Porque lo que se hizo con el alma es indestructible.
Es lógico que no puedas controlar cómo te sientes, pero si puedes controlar como dejamos que los demás nos traten. Pero hay que decir ¡ya basta, fuera!
LÍMITES ante lo que no es justo, ante lo mediocre, lo insulso, ante el maltrato, la arrogancia, el orgullo, la hipocresía. Decir se acabó y un “te comes con papas y ensalada la soberbia, porque yo decido dejar de atragantarme con ella” – (frase a repetir las veces que sean necesarias).
El amor es aquello que puedes dejar en las personas, algo que queda mucho después de que no estés físicamente y te hayas marchado. Haya salido mal o bien, es algo más tuyo que suyo. Es ser consciente de preocuparte por la persona que te importa y saber que además de ti, hubo otro. Si tú sentiste eso, tu corazón se podrá reconstruir, una y mil veces.
Porque fuiste real.
No beses a más sapos, ni dejes que te quiten tu corona.
Princesa.
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No te cambio por nada
No, no te quiero, debo cambiarte.
No te quiero con tantas imperfecciones, en un mundo de perfectos, tú sobras.
Te digo que no, esa nariz que tienes puntiaguda, las arrugas que te van asomando por la comisura de los labios, eso te pasa por tanto reírte, ¡TE LO dije! No debes sonreír ni tampoco ser feliz, la felicidad te causa fealdad.
Te rechazo, no me gusta tu pelo canoso, ni tus entradas que hacer entrever una calva, te haces viejo, no me gusta lo viejo, ni siquiera de joven me gustabas, menos ahora.
Ya no tienes los bonitos ojos y llenos de luz que una vez me cautivaron, tienes la mirada triste, arrugas en el entrecejo, así ya no me enamoras.
No me gusta tu cuerpo, estás gordo, amorfo, has perdido ese cuerpo “medianamente” pasable que tenías, ya has dejado de ser apto, dejaste de ser válido.
Donde unas protuberantes montañas, hoy quedan apenas dunas. Donde serpenteaban curvas, hoy quedan rectas.
Donde había una sonrisa brillante hoy queda, bueno, no sé si queda algo.
¿Y esa cicatriz? No puedo ni mirarla, ¡tápate estúpido!
Has perdido tu chispa, el humor que te caracterizaba, las noches que convertías en días, las aventuras que llegaban sin cesar, la forma de creer en la vida, esa capacidad de inventiva y hacer realidad lo que sueñas.
Te has perdido, ya no te quiero, tengo que ir a cambiarte, así no me sirves, necesito el ticket de devolución.
O tal vez…
Eres alguien imperfecto, pero justamente eso te hace diferente, no sobras, eres único, eres alguien totalmente válido.
Me gusta tu nariz irregular, que tan bien va con tu cara, esas arrugas que van asomando cuando sonríes, ¡te quedan TAN BIEN! Cómo se nota que has sonreído mucho en tu vida, cómo se aprecia que has sido feliz.
Te acepto, me gusta todo de ti, esas canas que van asomando te hacen tan sexy, tan maduro, tan atractivo… ¡Bendita madurez!
Sigues manteniendo ese brillo de esperanza en los ojos, esa mirada chispeante… Iluminas el camino por donde piso, ¡que personalidad tan arrolladora!
¡Cómo me gusta tu cuerpo! Me encanta apretarte, estrujarte, tener donde coger o aunque no tengas, ¡estás de lujo de todas las maneras!
Me gustan tus rectas, tus curvas, tus dunas, tus recovecos, tu piel. Esa sonrisa pícara que nunca has perdido con el paso de los años.
Estoy enamorado de esa cicatriz, es la marca de la experiencia, la marca de haber sufrido y de poder contarlo, es la marca que te recuerda que tú eres fuerte, que eres alguien fuerte, eres un jabato que ha sabidos salir adelante, pese a todo, pese a todos, has luchado…
Y ese coraje por la vida, ¡es lo que me tiene enamorado de ti coño!
Creo en ti, creo en el carisma que te caracteriza y que madura con los años, en tus sueños, en tu forma de ver la vida.
Creo en tus errores porque te han hecho mejorar, creo en tus fracasos porque te han hecho ser mejor persona, has aprendido, has vencido muchos miedos y te quedan otros muchos, aún así continúas, ¡hasta creo en tu forma de seguir creyendo en los demás, a pesar de los batacazos que te has llevado!
Creo en tu capacidad de cumplir con todo lo que te propones, creo en el optimismo con el que te levantas cada mañana, creo en cada una de las nuevas versiones de ti… Con todo lo viejo y con todo lo nuevo.
Y hoy frente al espejo digo:
Te quiero, no te cambio por nada.
No me cambio por nada.
PD. Diálogo a utilizar con tu propio espejo, las veces que te hagan falta.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
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¿Te Quiero?
¿Me quieres? Te quiero cariño.
Te quiero de aquí a la luna, de la luna al sol, desde el sol a las estrellas, desde las estrellas al universo entero.
Te quiero de forma tan especial, esta forma tan única y mía, una que sólo yo sé que puede hacerse.
Lo hago tan suavemente como el aleteo de una mariposa, como la brisa del mar rozándote la cara, o tan apasionado como un volcán en erupción.
Te quiero SÓLO para mí.
Te busco, te encuentro, ¡hasta te acorralo!
Te juzgo, te digo lo que tienes que hacer, es obvio que yo sé lo que es mejor para ti.
Te exijo unas normas que cumplir, confío en mi criterio absoluto, sé lo que hay que hacer en cada momento, ¡dónde va a parar!
Te anulo por tu bien, entiende que debo hacerlo por tu comodidad.
Te abrazo, te aprieto, lo hago tan fuerte que te asfixio.
Te quiero tanto que exijo cumplamos juntos mis proyectos, los míos, que son mejores que los tuyos.
Te protejo (a veces en exceso), te empujo a veces demasiado, me hago cargo de todo, ¡es que te quiero tanto!
A veces tendré que mentirte, pero recuerda que es por tu bien.
Te conozco, sé lo que te gusta y lo que no, invado todo de ti porque yo sé que me necesitas, cambiaré todo lo que crea y sea necesario para que estés a gusto.
Te absorbo, te abduzco, te pego a mi piel, te atrapo, te consigo, te capturo, me apego, me obsesiono, nos convertimos en uno.. Es tanto lo que siento que no sé ya ni quién soy yo ni quién eres tú, ni quiénes somos nosotros… ¿Te quiero?
Para mí el AMOR es algo que va más allá de una relación de pareja, es amor por un amigo, un compañero de trabajo, tu madre, tu padre, tu hermano, tu perro, tu gato, tu casa, tu trabajo, tus proyectos de vida, el lugar donde vives, es AMOR, así, en mayúsculas. El mundo es amor y éste gira gracias a él, se paraliza cuando no existe.
Tú MUNDO se detiene cuando no tienes amor, cuando no lo sientes ni por ti ni por los demás. Dejas de girar.
El amor es amor y punto. No hay más misterios ni medias verdades, no entiende de reglas, no entiende de sexos, no entiende de razas, no entiende de lugares, no entiende de distancias, el que ama, lo hace y punto.
El que duda si ama, es que no lo hace.
No importan fechas como el jodido San Valentín, y tampoco lo es que te PARTAN y te estallen el corazón, una y mil veces, aquí lo que importa que no dejes de ser tú mismo aún teniendo el corazón reventado, pues el corazón es un órgano tan fuerte que, incluso estando roto y hecho pedazos, no deja de latir.
Tú no dejas de latir.
Realmente no importa a quién quieres, sino cómo lo haces.
TE quiero.
ME quiero.
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Renuncio
Renuncio, me despido, revoco la decisión que una vez tomé, rescindo el contrato, porque tengo la libertad para hacerlo y porque me da la reverenda gana, la libertad de elección es lo que nos condiciona y a la vez nos hace libres.
Puede que hoy tenga un día tonto, o tal vez no, puede que sea lo más inteligente que haya hecho hace tiempo. NO podemos vivir constantemente con lastres del pasado, viviendo de rentas, de alquileres que no han renovado su contrato, de plantas que un día fueron acertadamente regadas pero que luego con el paso del tiempo se dejó de hacer; (no te extrañes que ahora el jardín esté seco).
No creo que sea un día tonto, al contrario, creo que es un día liberador. SOLTAMOS aquello que nos pesa, nos lastima… Una carga a la que nos aferramos por miedos, por inseguridades, por culpabilidades erróneas. Recientemente un amigo me comentaba: “Alex, cuando expresé mis emociones me sentí liberado, lo solté, me desprendí.” Creo que justamente eso es enormemente poderoso: soltar.
Sólo tenemos un corazón y tenemos que serle fiel.
Renunciar, soltar, romper… Decimos rompemos a llorar, romper con un pasado, romper una relación laboral, romper con tu pareja, con un amigo, familias que se rompen… A veces necesitamos rompernos, hacernos trizas para poder empezar de nuevo; estoy seguro que eso nuevo que construimos a partir de los pedazos que quedan de nosotros, es más bonito, porque ya tenemos una experiencia para (re)construir mejor, con mejores materiales, mejores cimientos, un techo mejor que nos cobije, unas paredes que nos abriguen del calor y nos protejan de los vándalos que, como siempre, vendrán.
Renuncio, si, porque es necesario, romper para reconstruir, te liberas y te encuentras, me libero y me encuentro, ¿y dónde estabas? No lo sé, pero ahora sí.
¿Sabes qué? El corazón sigue latiendo aunque esté roto. Aunque te lo partan, aunque te lo hagan pedazos, ¡recuerda que no dejas de latir!
Renuncio a vivir a medias, a que me den un abrazo a medias, ¡no coño!, a mi me partes las costillas si es necesario pero me abrazas con fuerza desde el corazón, no con una palmadita cumplidora, si estás aquí, estás con todo el equipaje, no tengas la mitad en tu trabajo, una cuarta parte el bosque encantado y la otra en el reino de OZ, que no, que esto no es “Once Upon a Time”.
Esto es la vida real.
Renuncio a las limosnas, a justificar, a pensar que los demás tienen más obligaciones que yo, si yo puedo, tú puedes, si tienes ganas, encuentras la forma (el resto son excusas que nos ponemos, en cambio para lo que nos interesa, seguro que buscamos tiempo). Renuncio a las gafas empañadas, esas que usas por intentar no ver los verdaderos intereses de aquellos que te duelen. Me las quito, las retiro, me las arranco, quiero VER.
A veces las máscaras, en vez de ser máscaras… Son bozales, (es preferible dejárselas puestas).
Renuncio a las personas amargadas, a los que ven lo negativo y no ensalzan lo positivo, que se centran en no ver la solución y sólo ver el problema, a las relaciones altamente tóxicas, a los victimistas, a la gente dramática que magnifica y lo convierte todo en un «Diario de Patricia», a los que se ahogan en un vaso de agua, (usualmente vas a quitarles el vaso de agua y te das cuenta que lo tienen agarrado con fuerza, no se puede ayudar a quién no quiere ser ayudado), ¡ahógate tú!. Renuncio a los intolerantes, a los inflexibles, a los que no soportan una crítica porque su ego se lo impide y su prepotencia les hace no ver y no valorar las cosas como son, en su justa medida.
Renuncio a la gente imbécil, porque serlo es una elección: ser un imbécil es algo que un imbécil decidió ser en un momento dado.
Persona que no da y cuchillo que no corta, ni lo quiero ni me importa.
“Mi abuela.”
Renuncio a la falta de compromiso; ¿cómo puedes montar una startup y que sólo se comprometa uno de los socios? ¿Cómo se puede trabajar con una empresa o con alguien que no se compromete o no acepta críticas? ¿Es eso es viable? ¿Quién tiene el problema? ¿Quién es el inútil?
Renuncio a las corazas, a los comportamientos irascibles, a los que están a la defensiva, a los incoherentes, a los mezquinos descorazonados, faltos de razón, (o con razón a medias que creen que es la única), renuncio a ser mediocre para ser aceptado por mediocres, por malagradecidos, renuncio a las relaciones-migaja.
Renuncio a los desprecios, a la desfachatez, a la ruindad, a la gente malagradecida, a la poca vergüenza, a los apagaluces, a los desconsiderados, a los imbéciles emocionales, a la falta de miras (o a la falta de cambiarse unas gafas empañadas).
Renuncio a estallar en lágrimas, prefiero estallar en sonrisas.
Me merezco un final feliz, NOS merecemos un final feliz todos.
Me quedo CONTIGO, porque crees en mí.
Me quedo CONMIGO, porque creo en mí.
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Quiero estar contigo, pero no a cualquier precio

Te entiendo, te respeto y te prefiero. Es lo más sincero que tengo para ofrecerte.
Quiero estar contigo, para que me complementes pero no para que me completes. A mí me hicieron completo. Sí sí, vengo así “de fábrica.”
No quiero estar contigo pendiente de lo que haces, mi vida no puede girar en torno a ti, yo no puedo funcionar como un aeropuerto, el cual depende de si la gente entra o sale de él, yo no funciono en base a que tú quieras entrar o salir de mi vida. No, así no funciona.
NO puedo esperar a que tú hagas tus planes, a que te organices (o desorganices) y me pongas en el puesto #sabedioscual de tu escala de prioridades, como si fueran las sobras del menú del día. No, eso no sano, no es vida, cariño. No puedo permitir que tu decidas que hago con mi vida, mi estado de ánimo no puede depender del tuyo, mis ganas de respirar no pueden parar porque tú no me llames, ni mis ganas de comer, ¡ni mis ganas hasta de vivir! ¡Pero bueno! NO.
Mi estabilidad emocional no puede ni debe depender de otra persona más que de mí mismo.
No quiero estar contigo aislado, como dos islas que se enfrentan, que viven separadas, en la que haces y deshaces tu vida y no hay apenas espacio o simplemente es inexistente, no existe un nosotros. No es viable una vida (contigo) en la que no haya espacio para un nosotros. Alguien indiferente, carente de toda emoción por miedo al dolor, intentando huir, emocionalmente inadaptado. No soy un colchón que te amortigüe para cuando te interese o convenga. A eso no se le puede llamar ni amor, ni amistad, ni cariño, ni náh de náh.
No se puede vivir en constante estado de espera, en un «stand by» que consume poco a poco tu vida, tal como lo hacen todos esos aparatos eléctricos que tiene uno en casa que poco a poco aumentan la factura de la luz y a final de mes te dices: “pero si yo no uso nada”… Uno cree que no lo usa, pero ahí tienes la lucecita indicadora que sigue consumiendo. Porque ESO es lo que nos sucede, NOS CONSUMIMOS, nos desgastamos, cuando creemos que el amor está por encima de todo, que todo lo puede, que todo se supera, y no, no es así, existe una de falta cordura brutal en esto de las relaciones interpersonales, y de la buena, una cordura que nos equilibre por dentro y nos ponga frente al que debería ser el primer amor: nosotros mismos.
Por mi, por ti, por nosotros, no nos podemos subastar al menor postor, sin contrato, sin estipulaciones. No podemos tratar como prioridad a quién nos mira como opción, no podemos apostar por quién no apuesta por nosotros, por quién no nos busca de verdad.
Quiero estar contigo, unidos pero separados, de manera que tú eres tú, yo soy yo y a la vez existe un nosotros, un contigo en el que tú me valores y yo te valore, sin distinciones, sin juzgar; en la que ambos sumamos y aportamos a la relación, recíprocamente, en la que yo acepto la totalidad de lo que tú eres y tu aceptas la mía, sin intentar cambiar, manipular, forzar, modificar o romper un ápice de mi. Una armonía de situaciones en las que la aceptación (que no el conformismo) es el código no escrito. Un estar contigo sin dejar de estar conmigo, un tú, un yo y un “nosotros”.
Si no te aman como mereces, declárate en «desobediencia afectiva», vete, niégate a seguir; el buen amor es recíproco. – Walter Riso.
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Me doy permiso
Me doy permiso, porque me toca, porque nos toca, porque ya toca.
– Me doy permiso para dejar de tener paciencia, pero no es que me haya vuelto un soberbio (que a veces también) sino porque el vaso se colmó, se derramó, llegó hasta el suelo y ahora mismo llega hasta la calle. Dejo de tener paciencia con gente desagradable, nefasta, tóxica, oscura, apática y que no quiere ver la vida en color, sólo en gris. Allá ellos, yo me doy permiso para ni verlos.
– Me doy permiso para dejar de abrir el agujero en el que uno se va metiendo a diario, colapsado de tareas, de obligaciones, de emails por responder, de whatsapp que contestar, de una visita “de cortesía” que hacer, de cumplir con la pareja, con el vecino, hasta con los que no conocemos tenemos que “cumplir”, al coño, me doy permiso para no hacerlo.
– Me doy permiso para dejar de tener voluntad (de la buena) con aquellos que no me quieren, que no me buscan (y ahora no me van a encontrar), que no me sonríen, que no saben ni darme los buenos días o las buenas noches.
– Me doy permiso para dejar de idealizar, para dejar de abrazar con fuerza a quién no me devuelve el abrazo, para dejar que me cuiden y olvidar a quien no lo hace, para no hablar con quién no tiene nada que hablar conmigo, para dejar de justificar lo que es mentira, para dejar de excusar a quién en realidad no es sincero.
– Me doy permiso para no vivir desde la falta de coherencia, de hipocresía, de la mediocridad, de la falsedad, de los «bienquedas», de la falta de personalidad, de los que les falta “un par” bien puestos. Me gusta la gente tolerante, pero no me gustan los extremistas. Los extremos nunca han sido buenos.
– Me doy permiso para no aguantar la falta de lealtad. ¡Me sale fatal llevarme bien con la gente que no es fiel de corazón! No hay nada más doloroso que alguien desleal.
– Me doy permiso para darle una patada en el culo a los que se acomodan, a los que sólo aparecen en las buenas y que en las malas ni se acuerdan, a los que sólo te necesitan cuando ellos “requieren” algo y cuando no “es que estoy tan full (si claro) que no puedo atenderte, mejor mañana”, un mañana que nunca llega.
– Me doy permiso para mandar al carajo a más de uno si es necesario, porque no puedo permitir que me hagan sentir pequeñito cuando todo ser humano es inmenso, todos merecemos, todos somos grandes, todos somos válidos.
– Me doy permiso para dejar de desgastarme y quedarme vacío por dentro, para dejar de querer al que no me valora, para dejar de ver al que no te mira a los ojos y te dice “te quiero”.
– Me doy permiso para dejar de regalar mi tiempo en aquello que no lo merece, en la gente que no es «verdadera», en lo que no viene devuelta, en lo que no se sostiene, en aquellos que nos esforzamos a querer cuando no nos quieren. Las personas son como son, tú eres como eres. Si no quieres, no cambias. Si no quieren, no cambian.
Todos tenemos alguien (un pepito grillo) que nos susurra al oído lo que es mejor para cada uno, ese alguien se llama “intuición”, date permiso para escucharlo.
Hoy, me doy permiso para escucharme.
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Relaciones altamente tóxicas
Si existen, vivimos relaciones altamente tóxicas, complicadas, enrevesadas; pero no te creas que te estoy hablando del amor de pareja, sexual, íntimo y de matrimonio. Te hablo del amor y las relaciones en todos sus ámbitos.
Recientemente una buen amiga me dijo “yo creo que desde que una relación, sea cual sea, comienza con discusiones, choques y enfados, eso no va a ninguna parte. Las cosas deben fluir por naturaleza, sino fluyen, es que no tienen razón de ser”.
Que verdad más grande.
Para mí, todo esto parte de algo que hemos pasado por alto: nos queremos muy poco, nada o directamente nos queremos mal. Tenemos una carencia mundial y bestial de cariño, de afectos, de expresar lo bueno que tienen los demás y lo que nos aportan, además de que tampoco nos han enseñado a recibirlo, tanto que nos extrañamos cuando lo hacen, cuando dar afecto, tener buenas palabras y alegrarnos por alguien se supone que tiene que ser lo natural.
¿Acaso no te ha pasado aquello de “no le voy a decir eso, no vaya a creer que quiero algo de él/ella” o aquello otro de “buf, si le digo eso, se me va a subir a la chepa y entonces ya no hay quién lo pare”. Sucede, todos los días.
También podemos hablar del lado contrario; ese ego inflado de: “ah mira lo que me ha dicho, la tengo o lo tengo a mis pies”. Sí, también sucede todos los días.
Por no decir aquellos que ni siquiera expresan sus emociones por miedos, egoísmo, soberbia, prejuicios o simplemente porque son imbéciles emocionales, (que de esto último hablaré en otro post).
Creemos que querernos en exceso es autoestima, cuando resulta ser todo lo contrario, es mediocridad. Quererte “en demasía” no es quererte sanamente, es idolatrarte, y como todo ídolo lleva implícito un vacío que le separa del resto y de si mismo, aislado, desconectado.
Luego está el amor del sano, cuando no se es mezquino, es el querer de una madre, un padre, incondicionales. El de un amigo que te quiere aún sabiendo tus partes más oscuras, el que te acepta tal y como eres. Aquellas personas que han hecho de su vida puro equilibrio emocional, una vida que saben vivirla con relaciones en las que la reciprocidad es su día a día.
“El amor crece donde la confianza descansa, y el amor muere donde la confianza es traicionada.”
Luego existen los amores altamente fulgurantes, del que mañana “nos queremos casar”, “queremos estar toda la vida juntos”, de esos que rápido vienen, rápido se van.
Amores enfermos, intoxicados, apegados, inseparables, absolutamente tan entrelazados que cuando los despegas, alguna de las partes se rompen. Se destruyen.
Pero claro, como te quieres tanto y no tienes suficiente con tu querer, sigues aguantando y soportando terquedades, imbecilidades, faltas de respeto y un sinfín de sinrazones en una espiral en la cual tú solito te has metido, “porque tú sabes querer”. Si, claro.
Eso es estar por estar, porque “te has encariñado”… Pero eso no por amor.
Para rematar la faena tenemos las publicaciones en redes sociales de forma insondable, como arma arrojadiza a tu propia incredulidad, intentando engañarte, quieres gritar de cara a la sociedad lo mucho que amas a tu pareja, lo felices que sois, las carantoñas, los selfies, las vacaciones, las muestras de amor en toda su magnitud….
Pero no muestran las cenas cara a cara, donde la conversación es nula y el silencio es el único ruido ambiental que impera.
“Las relaciones se basan en la confianza y una vez que ésta se daña, no hay vuelta atrás.”
No se elije con quién ni cuándo uno se enamora, ni con quién uno comienza una amistad, ni en qué términos se pueden basar cualquier relación, tampoco sabemos en ninguno de los casos cuando termina…
- Pero si se puede decidir qué hacer con tu vida, tener una misión, un sentido, un tú.
- Saber lo que no quieres, para saber lo que si quieres.
- No justificar lo injustificable, lo dañino, las personas que restan.
- Saber que puedes estar sólo, pero que también puedes estar acompañado y que en cualquiera de los casos estarás bien.
- Tener la certeza de que no estás sólo pero aún cuando lo estés, también estarás bien así.
- Saber que debes firmar un contrato de buen amor contigo mismo, con las condiciones que sólo tu pactes.
Sabes que puedes hacerlo y conseguirlo.
¡¡Quiérete, joder!!
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