No importa lo lento que seas hoy, o si lo fuiste en las clases de gimnasia del cole o del instituto, o por el contrario que a día de hoy seas la mujer o el hombre más rápido del mundo.
Todo el mundo corre a diario, cada día, a todas horas, por todo el planeta. Unos los hacen por deporte, otros por afición, otros a nivel profesional y otros por distracción.
Estar vivo significa correr, tal vez estemos huyendo de algo, yendo en dirección en búsqueda de algo… O de alguien. Y no importa lo tremendamente rápido que seas. Hay ciertas cosas que no puedes dejar atrás, porque algunas de ellas, terminan alcanzándote.
Siempre.
Creemos que ser rápidos nos hace la vida más fácil, porque logramos esquivar lo que no queremos, lo que no nos interesa, lo que nos hace daño, lo que queremos ocultar…
Creemos que tenemos fuerza sobrenatural, que podemos con todo… En cierto modo es así. Pero no son las marcas, los trofeos, las medallas o lo premios, no son tampoco las “grandes gestas” las que nos hacen buenos o malos, es lo que hacemos diariamente lo que nos define.
Creemos que podemos dejar atrás casi cualquier cosa, pero resulta que hay algo que no podemos dejar atrás: el dolor. El dolor viene con nosotros, por mucho que corramos, anclado a nuestro corazón, navegando por nuestra mente.
(Vale, visto así, la vida parece a veces un poco putada.)
Pero creo que la vida también es apasionadamente bonita, bella, dulce, preciosa y absolutamente extraordinaria.
Porque ese jodido dolor que sientes también puede ser tu motor:
Ese dolor por una lesión que te impidió seguir adelante, puede convertirse en tu motivo para terminar algo que no pudo ser.
Ese dolor por la traición de alguien a quién quisiste mucho, puede transformarse en la fuerza para creer más en uno mismo.
Ese dolor al perder a un ser querido, puede convertirse en fuerza para homenajearlo.
Ese dolor al saber que te has equivocado, que has metido la pata, que te sientes frustrado y no sabes cómo solucionarlo, puede transformar el orgullo en paz.
Ese dolor al encontrarte perdido, tras un tiempo sin trabajo, sin saber qué hacer con tu vida, o al estar en un lugar donde no perteneces, en un trabajo del que estás hasta las narices, o de un entorno que no te favorece…
No hay luz sin oscuridad.
TODO ese dolor puede convertirse en tu motor para seguir corriendo, para seguir luchando, para reconvertir todo eso en energía productiva: que sane, que cure, que construya nuevos lazos, nuevos aprendizajes… Que te reconcilie contigo mismo y con los demás.
Así que la única forma que tenemos de honrarnos a nosotros mismos, a los demás, de dejar nuestro mejor legado, nuestra intención de mejorar, de ser mejores padres, mejores madres, mejores amigos, amigas, de ser mejores en todo los que nos proponemos, de ser nuestra mejor versión, mejores personas. Lo mejor que podemos hacer es:
seguir corriendo.

Encuentra tu motivo para «seguir corriendo»
PD. Mi más sincera felicitación a todos esos participantes de este pasado fin de semana en la TransGranCanaria 2015, en las diferentes modalidades, a los que continuaron, a los que se tuvieron que quedar atrás, a los que la especial climatología (calima) les jugó una mala pasada. ¡A TODOS!
Pues sólo el hecho de haber tenido la actitud de participar, ¡merecen toda mi admiración! A mis amigos, a los que pude ver, a los que no pude porque participaban en diferentes modalidades, a desconocidos que se pararon a hablar conmigo tirados en la escalera del edificio Expomeloneras y contarme su experiencia…
Vuestra forma de ser, vuestra forma de correr, es lo que mueve el mundo.
Alguien dijo que somos nuestros sueños, que si no soñamos estamos muertos. – Kilian Jornet
Summits of My Life – Origins Trailer from Summits of My Life on Vimeo.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir