Responsabilidad: esa gran palabra que a veces utilizamos y nos llenamos la boca, pero que muy pocas veces utilizamos; tanto en nosotros mismos como con los demás. La mayor parte de las ocasiones culpamos a otros o a las circunstancias de lo que nos sucede. Con esto en realidad nos estamos negando la oportunidad de tener poder sobre nuestra vida. Concedemos ese poder sobre nosotros a otros, a las circunstancias, a la vida, a un «ente extraño» que maneja los hilos de nuestra vida.
No digo que no existan situaciones fuera de nuestro control, causas de fuerza mayor, desgracias y situaciones lamentables en las que no podemos hacer nada, pero realmente, la gran mayoría de las situaciones que vivimos son causa y resultado de una acción nuestra, sin lugar a dudas. Amistades que se rompen, personas que se alejan, trabajos que no funcionan, proyectos que no cuajan, parejas que se separan… ¿Has pensado en la parte de responsabilidad que tú has tenido en ello?
Deja de echar balones fuera, el partido lo juegas tu, y si quieres es tuyo, coño.
Al final el coste de vivir no es más que eso, el precio a pagar es calzarte las zapatillas y comenzar a correr, ser un runner de asfalto, de montaña o de lo que te echen por delante, es cambiar el enfoque de lo que te sucede, no dejar que mágicamente «el universo» te traiga o te lleve, te quite o te ponga las cosas, te ilumine o te oscurezca, se trata de echarle «cojones» a todo lo que te pase, de que te conviertas en un jodido héroe y no víctima, verdugo o villano, de la propia vida y de ti mismo.
No hay más misterios.
Esto es… en definitiva: más responsabilidad y menos victimismos.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir