Sucede, mucho más de lo que me gustaría: nos negamos a diario, nos ponemos en un estado de “no poder”, que nos convierte en unos jodidos mediocres, viviendo a medias, marchitándonos. Dejamos que otros decidan por nosotros, dejamos que nuestro jardín se pudra, lo regamos con un agua contaminada. Esperamos a “otro” para organizar nuestras vidas, nuestros años, meses, incluso nuestros fines de semana…
Nos creemos basura y nos acostumbramos, total, nos sentimos porquería, como si eso fuera algo normal, como si eso fuera lo que nos toca y lo vemos como algo natural. Conformismo del malo y falta de miras.
Vivimos vidas encadenadas: a nuestros prejuicios; encerrados, tristes, grises. Creemos estar seguros de todo, pero esa misma seguridad nos aleja de la curiosidad, del despertar con una ilusión. Nos apaga, nos deja sin fuerzas.
Pero existen algunas “personas hogar” esas a las que así llamaba las compañeras de «Reparando Alas Rotas» en el blog del amigo Pablo Arribas (El Universo de lo Sencillo); o como a mí me gusta llamarlas “personas inmarcesibles” (inmarcesible = que no se deja marchitar; palabreja que descubrí hace unos meses y me hizo pensar en este post). Son personas que hay que tener a nuestro lado, acompañándonos en el camino: nos recomponen, porque ellas mismas también lo han hecho, cogen todos tus pedazos, esos que quedan cuanto te has roto en mil y los juntan de nuevo, te abrazan sin que tú se lo pidas y lo hacen de una manera tan fuerte que te unen de nuevo, recogen lo poquito de dignidad que te queda y te hacen creer de nuevo.
Recopilan mil motivos para hacerte ver que esa dignidad tuya es algo grande.
Son personas de mirada limpia, de sonrisa amplia, de aptitud predispuesta a escuchar, a hablar… Sienten con todo su ser lo que están haciendo.
Son «personas linterna», como en aquella canción «FlashLight» de Jessie J: nos iluminan con su luz.
Gente que lucha sin descanso, que no se amilana, que no se marchita, que rejuvenece por dentro cada mes como si fuera al mejor médico estético. Eso me lleva a la siguiente pregunta: ¿existirán los médicos del alma? ¿Son esas mismas personas sanadoras de almas?
Una amiga llama a sus mejores amigos: gurús del alma. Amigos que reconfortan de verdad.
Esas personas nos curan, no dejan que nos marchitemos: ellas mismas no se dejan marchitar, son inmarcesibles. Su perímetro de actuación va mucho más allá de su círculo cercano, irradia todo aquello que toca a su paso, lo rejuvenece, lo limpia, lo recupera. No te preguntan que tienes que hacer hoy, o cuántos recados te quedan por cumplir: te preguntan cómo te encuentras, como estás de verdad, qué le pasa a tu corazón, quieren saber verdaderamente de TI.
Esto es: ¡mírame a los ojos, suelta el móvil y dime qué coño te pasa; conecta conmigo y sabrás que no estás solo, que todo va a salir bien!
Estas personas son las que hablan bien de ti aunque tú no estés presente, eso las hace REALES, auténticas, sinceras, brillantes, bellas, fuertes.
Están hechas de otro material, juegan en 1ª división, han vivido de todo, se han enfrentado al rechazo, a la enfermedad, a la tragedia, a las injusticias… Y aún así, ahí las tienes, impasibles, inmensas, sabias, agradecidas y con una capacidad de perdón imbatible.
Dan vida porque ellas son vida, son luz, son legendarias.
Son gente BONITA por naturaleza, y no te hablo de un cuerpo o una cara: son bonitas de corazón, porque hablar un rato con ellas se convierte en una recarga de energía, te ponen las pilas, te reconfortan el alma, claramente: son personas batería.
Las personas imborrables están hechas de material inmarcesible.
Puedes reconocerlas, seguro que sabes de alguna de tu alrededor, ellas brillan con luz propia. Son personas que han sido partidas por la vida, están rotas… Pero han sabido reconstruir un mejor “yo” para poder tener un mejor “tú”, han sacado fuerzas de la flaqueza, son jabatos con ojos chispeantes, que te contagian de una desbordante fuerza. Una fuerza que ellos mismos han sacado cuando ser fuerte es la única jodida opción que les quedaba.
Al final, tú también te vuelves mejor persona cuando estás a su lado.
No solo nos merecemos lo mejor, SOMOS lo mejor.
No importa las puñeteras veces que te has marchitado, que te has dejado marchitar.
Reconoce la magia que habita en ti:
Conviértete tú también en alguien INMARCESIBLE.
Cuando compartimos, mejoramos todos.
#CompartirEsMejorqueCompetir
Chapeau!! Reconfortante, tu texto me ha dado luz en esta tarde. Gracias, amigo. Espero que siempre. 🙂
Gracias Mónica, qué alegría verte por aquí!
Te mando un fuerte abrazo! =)